Cultura

Un primer jefe acostumbrado al mando y un guerrero indómito: Villa contra Carranza

El Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, reconoció tempranamente la valía militar de Francisco Villa para el raudo triunfo de este movimiento, y también pronto advirtió la inconveniencia política del temperamento del general, el cual, desde el inicio de su relación ocasionó contratiempos en los planes que tenía para la Revolución Mexicana.

            Villa contra Carranza. La conversación que cambió el rumbo de la Revolución Mexicana fue la conferencia que dictó el investigador del Museo Casa de Carranza, Edwin Alberto Álvarez Sánchez, en las jornadas académicas “¡Viva Villa! 100 años después”, organizadas por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

            El historiador señaló varios incidentes que erosionaron el vínculo entre el Varón de Cuatro Ciénegas y el Centauro del Norte. Para entender el primero, dijo, es necesario recordar que Carranza desconoció la presidencia del golpista Victoriano Huerta y, amparado en el Decreto 1421 del Congreso de Coahuila, se alzó con dos poderosas armas en mano, una legal, el Plan de Guadalupe, y otra ejecutora, la conformación del Ejército Constitucionalista.

            Carranza nombró a Pablo González, Álvaro Obregón y Cándido Aguilar como generales en jefe de los ejércitos del Noreste, Noroeste y Oriente, respectivamente; y Villa quedó al mando de la División del Norte. No obstante, tomó la decisión de dar el mando político de Chihuahua a Manuel Chao, que junto a Orestes Pereyra y Tomás Urbina, había dirigido la lucha revolucionaria en esta entidad, cuando Villa aún permanecía en el exilio.

            Al parecer, esto no fue del agrado del comandante de “Los dorados”, quien ordenó fusilar al recién nombrado gobernador, pero Carranza lo impidió.

            “El segundo incidente implicó la muerte del británico William Benton, un minero y hacendado que se presentó en su cuartel para reclamar que la gente había robado su ganado. Algunas versiones señalan a Villa de haberle disparado, y después haber montado su fusilamiento, a cargo de Rodolfo Fierro. Esto suscitó una protesta diplomática en momentos que Carranza buscaba la legitimidad, interna y externa, de la revolución contra Huerta.

            “Obviamente, se da un choque. Por un lado, tenemos a este primer jefe (Carranza) que quiere ser acatado como tal y, por el otro, a un guerrero indómito, Villa. Digo esto, porque fue un civil, con antecedentes sociales y personales que lo llevaron a ser caudillo con liderazgo, pero no un militar que pudiera y quisiera encajar en esta estructura”, expresó el investigador.

            El tercer distanciamiento entre ambos se dio por la toma de la ciudad de Zacatecas, una plaza que ya había sido peleada en dos ocasiones, siendo tomada por Pánfilo Natera para los revolucionarios, y luego recuperada por los federales. El interés de su posesión recaía en que era un punto estratégico por las vías ferroviarias que comunicaban con el centro del país.

            Álvarez Sánchez relató que “Carranza quería que Natera recuperara el sitio, pero era consciente de que no contaba con suficientes tropas, por lo que pidió refuerzos a Francisco Villa. Los telegramas que intercambiaron dejan ver que Villa sintió esa petición como un sometimiento a Pánfilo Natera e, inclusive, puso sobre la mesa su renuncia al frente de la División del Norte.

            “Carranza le tomó la palabra. Mediante telegramas convocó a los generales para nombrar un sustituto, pero estos permanecieron fieles a Villa, y le insistieron que le mantuviera en su puesto.

            “La conversación quedó en esos términos, pero Villa avanzó con la División del Norte hacia Zacatecas, mientras Pánfilo Natera –que lo respetaba­– decidió subordinarse. Cabe resaltar el encanto que ejercía la personalidad de Villa, porque figuras como Manuel Chao y el propio Natera, que podían tener recelos, terminaron sumándose a las filas del villismo.

            “El desacato puso furioso a Carranza, quien dio la orden de volar las vías del tren, para que fueran Pablo González y Álvaro Obregón con sus tropas, y no Villa, los que avanzaran a la Ciudad de México. Se salió con la suya. Ambos negociaron con José Refugio Velasco, a través del ingeniero Alfredo Robles Domínguez, cuyos acuerdos darían lugar a las capitulaciones de Teoloyucan”.

            Edwin Álvarez sostuvo que los constitucionalistas sabían que el quiebre era solo cuestión de tiempo. El Pacto de Torreón, de julio de 1914, entre el Ejército del Noreste y la División del Norte sería solo una tregua, pues entre sus condiciones, los villistas requerían que Carranza dejara de fungir como presidente provisional del país.

Los representantes de Venustiano Carranza firmaron el acuerdo con este punto, pero no eran emisarios plenipotenciarios, por lo que él podía rechazarlo; su idea, al haber mandado esta comitiva, fue una fachada política “para mostrar que hizo hasta lo último para evitar que Villa se escindiera.

“Un momento decisivo sería la convención de generales en la Ciudad de México, prevista en el Pacto de Torreón, a la que Villa se abstuvo de acudir, al igual que Zapata. Los organizadores, Eduardo Hay, Álvaro Obregón y Antonio I. Villarreal, solicitaron moverla a Aguascalientes, donde sí acudieron representantes del villismo y del zapatismo, decidiéndose al final la destitución de Carranza y mantener a Villa al mando de la División del Norte.

“Sin embargo, los constitucionales se mostraron leales a Carranza y tacharon a estas facciones de reaccionarias. Entonces, más allá de ver a Carranza como un taimado que no honraba los acuerdos, hay que entender que estaba ejerciendo un liderazgo militar y político, y que él sabía manejar a su gente”, finalizó el historiador.

Arriba