Columnas

Francisco Zarco, el gran defensor de la libertad de expresión

Por: SALVADOR HERNÁNDEZ VELEZ

El pequeño texto de Miguel Ángel Granados Chapa (1941-2011), sobre Francisco Zarco y la libertad de expresión, es una especie de homenaje al defensor de la libertad de expresión, de los derechos populares y la causa republicana.Francisco Zarco nació en Durango, Durango el 4 de diciembre de 1829. Fue un sobresaliente político, y además destacó como un gran e inquebrantable periodista e historiador.

Se le reconoce como uno de los padres fundadores del periodismo escrito y republicano. Fue diputado en el Congreso Constituyente de 1856. Se considera que fue un destacado liberal de la Reforma, por su patriotismo, liberalismo y republicanismo democrático. Fue un colaborador muy cercano a Don Benito Juárez.

Cuando fue Diputado, por más de un año, entre 1856 y 1857, a la par que hacía su trabajo en el Congreso Constituyente que convocó El Plan de Ayutla, que condujo la caída definitiva de Santa Anna del entorno político mexicano, fue su más meticuloso relator, su cronista más informado. Contó sin duda el gran acontecimiento parlamentario del siglo XIX mexicano. Y día con día participó en los debates y dejó por escrito para la posteridad, no sólo las opiniones de sus compañeros, también las de la oposición. Como lo asienta Granados Chapa, el gran tema de Zarco fue la libertad de expresión, la libre manifestación de las ideas y su emisión a través de la prensa, a pesar de las represiones de que fue objeto.

En 1850, en un periódico político, literario y comercial El Demócrata, cuyo redactor en jefe, fue el duranguense Zarco, apareció el siguiente texto: “Nosotros conocemos y deploramos todos los males de nuestra patria, pero jamás culparemos por ellos a las instituciones democráticas que unos han hollado y otros se esfuerzan en que no sean comprendidas. Creemos, por el contrario, que nuestras desgracias provienen de habernos detenido a la mitad de camino, que necesitamos seguir en todo el verdadero espíritu de la democracia: que debemos reformar todo aquello que le sea contrario, que debemos procurar adelantar y siempre adelantar; a fin de que la libertad y la igualdad no sea sólo meras palabras escritas en las constituciones”.

Granados Chapa, narra que la actuación más trascendente de Zarco, tuvo lugar en las sesiones del 25 y el 26 de julio, de 1856, al discutirse el artículo 13 del proyecto referido a la libre manifestación de las ideas, la libertad de imprenta, una materia vivida por pocos de los legisladores como por Zarco, quien había dedicado largas cavilaciones al asunto en sus artículos periodísticos. “La moral es también un valor defendible… pero cuando hay un gobierno perseguidor, cuando hay jueces corrompidos y cuando el oído de partido quiere no sólo acallar, sino ultrajar a un escritor independiente, una máxima política, una alusión festiva, un pasaje jocoso de lo que se llaman colorados, una burla inocente, una chana sin consecuencias, se califican de escritos inmorales para echar sobre un hombre la mancha de libertino. ¿Y cómo se ataca el orden público por medio de la imprenta? Un gobierno que teme la discusión ve comprometida la paz y atacado el orden si se censuran los actos de los funcionarios, el examen de una ley compromete el orden público, el reclamo de reformas sociales amenaza el orden público […] Ese orden público es deleznable y quebradizo y llega a destruir la libertad de la prensa y con ella todas las libertades”.

Zarco volvió a la carga sobre los jurados. Estipuló: Penas insignificantes para los autores de delitos cometidos por la prensa. El 12 de febrero de 1861 el antiguo proyecto de Zarco fue publicado como decreto, siendo derogado tiempo después y volviendo a implantarse como ley orgánica de prensa en 1867.

Durante el año de 1859 y el siguiente, los días de Zarco transcurren en la clandestinidad. Es aprehendido el 13 de mayo de 1860 y permanece recluido siete meses, hasta que el triunfo de Calpulalpan abre su cárcel, la de “un Zarco agotado, envejecido, pero firme en sus principios, con la firmeza de su convicción y de su fe en la causa del pueblo. En la prisión acababa de cumplir, el 4 de diciembre, 31 años”.

Zarco murió el 22 de diciembre de 1869, de pulmonía o de tuberculosis pulmonar. Apenas dos años sobrevivió al triunfo de la República. Murió pobre, fiel a sí mismo. Se declaró desde entonces, formalmente, que “mereció el bien de la patria”. Murió a los 40 años.

De

Para DeReporteros
Arriba