Columnas

Guerrero, fiel a los que mandan

Por: ARMANDO RÍOS RUIZ

A principios de este mes, la región del estado de Guerrero denominada Costa Grande, que va de Acapulco a Michoacán, comenzó a afectarse con torrenciales aguaceros que amenazaban con crecer peligrosamente. Primero con la tormenta tropical denominada Max y después, con el efecto del ciclón Lidia, que se avistó en categoría tres, hasta alcanzar la categoría cuatro.

Mientras los habitantes de las poblaciones costeras vivían largas horas de angustia por lo que se experimentaba y anticipaba debido al anuncio de la entrada del fenómeno meteorológico a tierra, las autoridades federales no emitieron un solo aviso de alarma ni tomaron en cuenta para nada, lo que pudiera ocurrir ni aconsejaron tomar las debidas providencias. Brillaron por su ausencia.

En poblados importantes, como Tecpan, Petatlán, Zihuatanejo y otros, las calles fueron ríos impetuosos que arrasaban con todo. Hubo desgajamientos de cerros y más pérdidas materiales que humanas, aunque las últimas contaron para los lamentos que abrieron esas profundas heridas que jamás se restañan.

Los días transcurrieron con clamores por los destrozos causados en hoteles, en casas habitación, en vastas propiedades agrícolas, en restaurantes y en desaparición de ganado, que sufrieron los moradores, sin el amparo de una noche ennegrecida por el meteoro y por la falta de luz eléctrica, que escaseó durante algunos días. La angustia exacerbó el miedo a lo que pudiera venir.

Como ocurría antes de que llegara Morena al poder, ¿quién hoy proporcionará ayuda para compensar las enormes pérdidas? El gobierno local no se ocupa siquiera en resolver los problemas mínimos que vive la población entera de la entidad. Está dedicado a la inauguración de asilos para perros con sarna y cosas de ese estilo. Pero nada más.

El gobierno federal, cuyo representante pasa todas las horas del día inmerso en descalificaciones y en reprobar lo que hicieron en el pasado y para colmo, tuvo el tino de desaparecer el Fondo para Desastres Naturales o FONDEN, por sus siglas, cuyo presupuesto es ahora entregarlo a la población a cambio de su voto, no se atrevió ni en el momento ni después, a emitir aunque fuera, una palabra de aliento a quienes sufrieron pérdidas. Algunos hasta de sus viviendas y otras pertenencias que componían su pobre patrimonio.

Como el Fonden, o como los medicamentos, existían previsiones necesarias que daban alivio y que evitaban inclusive pérdidas de vidas. Hoy, la población entera del país está condenada a sufrir sus desastres sin el menor hálito de conmiseración. La carencia de medicinas es la misma guadaña de la muerte.

El máximo representante del poder político guardó y guarda silencio total ante lo ocurrido en Guerrero con un gobierno cómplice, como todos los de Morena. La gobernadora hizo un llamado por demás inteligente a los ciudadanos de su región, de no salir de casa si no es necesario. Significaría estar loco de remate para necesitar semejante consejo.

En virtud de que ya no existe el organismo que proporcionaba ayuda a las poblaciones que sufrían embates de la naturaleza, el diputado federal Reynel Rodríguez Muñoz presentó a la Cámara de Diputados un exhorto para que el gobierno federal implemente las acciones necesarias para la restauración de viviendas, carreteras y negocios de las zonas afectadas en el estado de Guerrero.

Un clamor en el desierto, debido a que sólo hay dinero para votos, que por cierto, incrementará su monto el año entrante, según anuncio del gobierno, porque es un año electoral y Morena necesita retener, tanto la Presidencia de la República, como el Congreso de la Unión.

Expuso que “la localización geográfica del estado de Guerrero, propicia que año con año sea uno de los más afectados por desastres naturales. En esta ocasión el fenómeno pegó en el municipio de Petatlán, en la Costa Grande”. Aquí tocó tierra, pero se extendió a lo largo de toda la costa, hasta Acapulco.

Con todo y esto, Guerrero es fiel a sus mandatarios.

De

Para DeReporteros
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