Columnas

UNAM, ejemplo para el Gobierno

Por: ARMANDO RÍOS RUIZ

Dicen que cuando una persona adolece de luces intelectuales debido a una pobre inteligencia que lo aleja del esfuerzo por prepararse, resta importancia a cualquier elemento que puede procurar bienestar a los demás, porque no es capaz de advertir esas bondades.

El Presidente, que suele hablar todos los días de su amor por los pobres, seguramente no sabe, pero cree obcecadamente que es cierto, debido a una enfermedad que se llama mitomanía o pseudología fantástica. En esto existe un debate entre quienes creen que sabe perfectamente que engaña y quienes aseguran que el mal no le permite darse cuenta de sus mentiras habituales.

El tema es que el año pasado envió a la Cámara de Diputados la iniciativa que propone la desaparición del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y crear en su lugar el Consejo Nacional de Ciencias y Humanidades, Tecnología e Innovación (Conancti), por “desvíos de recursos, malversación de fondos, corrupción, estructuras paralelas y entregas a entidades privadas, trasnacionales e incluso extranjeras, entre otras múltiples irregularidades”.

¿Cuál sería la diferencia entre ambas instituciones? Sólo gastar en la destrucción de una y en la creación de otra. No hay más. Porque su obsesión es destruir. Porque bien puede utilizar la estructura de la que ya existe, con la clara advertencia a quienes la manejen, de cumplir al pie de la letra su encomienda y utilizarla para los fines que se persiguen y para los que desee agregarle.

Es como todo lo que ha tocado y lo que aún insiste en tocar. Como el aeropuerto de Texcoco y como la Suprema Corte que hoy tanto le incomoda porque se interpone con sus planes de ningunear la Constitución y todas las leyes que rigen el destino del país.

Pero no siente la mínima congoja con los gastos excesivos a los que expone a nuestro suelo entero, como afirman muchos observadores. Se nota en él un absoluto desinterés por heredar el país con una economía sana o con préstamos que han endeudado como nunca jamás, a cada mexicano. Y todavía, su candidata asegura que no parará con los despilfarros en obras faraónicas.

Pues a pesar de todo. De sus amenazas y desprecio a los científicos mexicanos y de no contar con un presupuesto loable para el desarrollo de los cerebros que existen en las diferentes universidades del país, el Instituto de Ciencias Nucleares de nuestra querida Universidad Nacional Autónoma de México, a través del doctor Gustavo Medina Tanco, se propuso desarrollar el proyecto Colmena, que anteayer inició con el envío de cinco robots a nuestro satélite, a 400 mil kilómetros, a realizar diversos estudios.

Este acontecimiento pone a México a la vanguardia entre todos los países latinoamericanos, como el primero que se suma a otras naciones en la investigación de la Luna y de otros elementos fuera de la Tierra. Es un proyecto ambicioso que tiene como objetivo realizar diversos estudios que mejorarían la vida del hombre e inclusive, desarrollar lo que puede llamarse la conquista y la sobrevivencia en otros lugares, por lo pronto, cercanos a nuestro planeta.

El lanzamiento se hizo desde Cabo Cañaveral o Kennedy, con una inversión de sólo siete millones de pesos y seis millones en el desarrollo de los robots. Se habló del regolito lunar, un material sobre la superficie o polvo lunar que puede convertirse en oxígeno o que puede convertirse en metal, del cual se realizarán intensos estudios.

Se estudiará asimismo, la factibilidad de construir estructuras en superficies planetarias y se practicará una serie de ejercicios que prepararán el camino de regreso a nuestra vecina, entre otros propósitos.

¿Verdad que en nada se parece este asunto a las costosísimas megas obras del Presidente, de muchísimos miles de millones para refinar veneno, para destruir una de las selvas más importantes de nuestro planeta o para crear un aeropuerto desierto, en el que ya ni tlayudas venden?

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