Columnas

Más odio

Por: MIGUEL A. ROCHA VALENCIA

Le preguntaron acerca de las imputaciones de tráfico de influencias de los hijos del ganso y no pudo contener la mirada de odio hacia el reportero ni la expresión facial de una ira mal contenida, que se convierten en signos inequívocos de lo que les espera a los periodistas en caso de que la corcholata llegue al poder.

No es el único signo, durante su mandato al frente de la delegación Tlalpan, la elegida presidencial dio muestras no de su desprecio sino encono hacia los periodistas y los medios de comunicación para quienes trabajan o trabajaban.

La revancha contra algunos de ellos se dio luego de asumir la jefatura de Gobierno cuando respaldada desde Palacio Nacional se endureció y les puso dedo a reporteros incómodos que para ella resultaban casi repugnantes pues la “agredían” con sus preguntas y les respondía con la insolencia o soberbia que ya se le conoce.

En su administración más de un periodista o colaborador de medios, especialmente escritos perdieron su empleo o por lo menos cambiaron de “fuente”; de los cambios en los electrónicos “latosos” se encargó de manera personal el propio mesías tropical. La lista ya se conoce, pero los destacables fueron López Dóriga, Aristegui, Loret, varios de El Universal, La Razón y unos cuantos más.

Independientemente de presiones financieras a varios medios, en el Financiero, luego de tema Pablo Hiriart a quien no sólo bajaron de puesto sino que le impidieron escribir sobre temas nacionales y hasta se exilió a Miami, hubo muchas amenazas que incluyeron negocios de los dueños de esa casa editorial donde mediaron carpetas de investigación iniciadas en la Fiscalía General de la República por instrucciones de Julio Scherer quien se desempeñaba como Consejero Jurídico y fue artífice de ese recurso para doblar a empresarios y políticos.

Es decir, el camino ya está pavimentado para la posible sucesora del peje, quien más allá de si le deja una camisa de fuerza en materia económica, le heredará el método para someter a los adversarios con cara de medios de información o “infelices” periodistas que, sin plataforma, son menos que nada.

Tan es así que la corcholata desprecia a esos medios, no da entrevistas ni se acerca a dar respuestas cuando es cuestionada públicamente, salvo que con su habitual insolencia diga su verdad, al estilo tlatoani, sin posibilidad de réplica.

Porque, además, para la favorita del machuchón tabasqueño, si una pregunta la incomoda, se convierte en víctima como su jefe y dice que la están agrediendo y se acabó la plática.

Las palabras son planas, las expresiones no la delatan, pero su lenguaje corporal la traiciona. La mirada se vuelve de miedo y la quijada apretada da la impresión de querer acabar con el interlocutor. Para la científica, de plano los medios (dicen quienes la conocen de cerca) son prescindibles desde su posición de poder. No los necesita.

Esto es que no requiere difundir ningún concepto, plantea la continuidad que su real jefe de prensa, es decir el caudillo de Tepetitán plantea todas las mañanas y que, de acuerdo a sus palabras, así seguirá en caso de ganar unas elecciones que siente le serán favorables incluso para el carro completo.

Eso cree ella y está convencida de que ya desde el poder, endurecerá la “política de medios” que hoy está reducida a premio y castigo dividida en caja de aplausos y enemigos.

Los cercanos afirman que de hecho no necesitará medios porque la política pública será una, la que se dicte desde el púlpito palaciego donde se reconocerá sobradamente a los de casa y se estigmatizará o se secará a los críticos de tal suerte que ya ni siquiera se acercarán a periodistas y comentaristas, todo será a través de los empresarios quienes como ya ocurre, deberán decidir si pueden sobrevivir con línea editorial autónoma o se doblan.

Si esto último ocurre, muchos de quienes hoy critican se quedarán sin plataforma si es que no surge alguien dispuesto a arriesgar su dinero para garantizar libertad de expresión donde el chantaje, amenazas o millones de pesos desde el poder no alcancen para comprar o cancelar las líneas editoriales que permitan crítica.

Por lo demás, si gana la corcholata, no habrá problemas para la continuidad que representa rezago, pobreza, autoritarismo, criminalidad, muerte y como sucede en todo régimen autoritario, una gran corrupción de la cúpula política solapada desde lo más alto del poder ya sin el estorboso dique de los órganos autónomos que a estas alturas parecen ya estar colonizados por la 4T, especialmente el INE con Guadalupe Taddei y el TEPJF, con la magistrada Mónica Soto.

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