Columnas

Mucha suciedad a la luz

Por: ARMANDO RÍOS RUIZ

Es tan corto de inteligencia el Presidente, que jamás pudo imaginar que sus abusos de poder y sus pleitos con la Prensa lo desnudarían algún día. Creyó que sólo era actuar en contra, pedir cabezas a los medios en los que trabajaban y listo. El emperador que vive en un palacio se saldría con la suya y a otra cosa.

No imaginó jamás que sus mentiras desde que fue candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, serían ventiladas por los otrora amigos ofendidos y por lo mismo, testigos presenciales de sus actos de bajeza. De corrupción. Pensó que siempre tendría el control de sus ilícitas actitudes y de los que hacía participar en ellas, como lo ha hecho siempre con su más fiel servidora, pero la más miope mentalmente, que por ello le valió ser candidata a sucederlo.

Y ha exhibido tanto su sed de poder en el poder, que su raquítica inteligencia no le ha permitido advertir que cada vez que lanza ataques contra alguien, que es todos los días, solito descubre sus sucias maniobras ejercitadas como el tipo extremadamente autoritario que es.

Como cuando habló de su ex presidente de la Suprema Corte, lacayo encubierto desde entonces y hoy abiertamente exhibido ante el público, Arturo Zaldívar, a quien el mismo Mandatario pedía favores y acabó denunciando su docilidad en el caso Emilio Lozoya. Dijo además que, si él continuara en la Presidencia de la Suprema Corte, no habría otorgado su libertad.

Pero su ignorancia y su prurito de poner en práctica su desatinado plan de denostar al organismo y de nombrar ministros por medio del voto popular, no le permitió siquiera preguntar a algún abogado de los que tiene en Palacio, si era asunto de la Corte. Hubiera podido ahorrarse el ridículo por enterarse de que la situación del indiciado lo decidiría un tribunal colegiado.

Ahora sabemos que su instrumento de publicidad denominado “mañaneras” sólo le ha servido para mostrar su odio contra ciertos sectores de la población. Para descargar todo el veneno que guarda su hígado. Para llenar de azufre el recinto con sus bravatas y descalificaciones. Para exponer la vida de los informadores, principalmente y para verter lo mismo bilis que mentiras atroces.

En suma, para exhibir sus complejos y su rencor hacia ciertas clases sociales. A las que lo han aventajado en posición social, principalmente, que revelan lo que popularmente se dice de él, que cuando intentaba encumbrarse en los medios políticos, era desdeñado o hecho a un lado por ser considerado inferior en posición, en conocimientos y en inteligencia.

Pero con los engaños de machacar su combate a la corrupción a un sector importante de la población que le creyó, llegó la hora de la venganza y hay que aprovecharla, inclusive más allá de sus seis años de mandato, con una extensión de su voz o del Maximato que desea a toda costa imponer, con un títere en la silla presidencial, obediente a fuerzas de saberse, imagínense, inferior a él.

Resulta que, a estas alturas del partido, la inconformidad de los desplazados por su intervención, periodistas y políticos, le están cobrando la afrenta, con revelaciones de sus enjuagues perniciosos desde los inicios de sus intentos políticos. Acaba de tocar el turno a Carlos Navarrete, con una amplia trayectoria política dentro de la izquierda mexicana.

Reveló nada más y nada menos, que “nosotros financiábamos al Presidente.” Dijo que le entregaban maletas repletas de dinero, con millones de pesos que, obviamente, no cabían en sobres amarillos como los que recolectaba su hermano. Tenían obligación de aportar gobernadores, presidentes municipales y otros miembros del partido con cargos públicos.

No es ninguna genialidad elucidar que su inmenso amor a Delfina Gómez es por la misma razón. Con todo respeto, una tránsfuga del metate convertida en gobernadora del estado más rico y que compite en conflictos con el que más, con una capacidad mínima para resolver problemas. Vimos su actuación en la Secretaría de Educación, por demás deplorable.

De

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