* Dime cómo hablas y te diré quién eres: Concepción Company expone la relación entre gramática y valoración, como parte del curso Lengua, gramática y percepción del mundo que dicta en El Colegio Nacional
* Desde su perspectiva, no hay ningún mejor español: el único buen español es aquel con el cual nos podemos comunicar y podemos subir en la escala social
A la gramática no le importa que la gente diga “haya” o “haiga”, porque no hay ni mejores ni peores estructuras, ni siquiera buenas ni malas palabras: “para la gramática todas son buenas y están por algo: los cambios están por algo, todo es natural y todo es funcional”, aseguró Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la cátedra “Valoración y gramática. Una paradójica dialéctica”, como parte del curso Lengua, gramática y percepción del mundo.
“Si yo digo ‘haiga’ o ‘haya’, la gramática dirá, pues sí. Si digo ‘el problema es de que no dialogan’ o ‘el problema es que no dialogan’, pues dirá que sí. ‘¿Qué dijiste?’ o ‘¿qué dijistes?’, la gramática dirá que sí. ‘Han habido desplazamientos en Chiapas’ frente a ‘ha habido desplazamientos en Chiapas’, donde la gramática volverá a decir que sí. Y lo mismo sucede con ‘la primer historia que tuve con Juanito’ o ‘la primera historia que tuve con Juanito’”.
“La gramática no tiene juicios de valor jamás. Y esto tiene que ver con un concepto que ya expusimos, el sistema norma y habla; la gramática es un sistema abstracto que acoge todas las hablas individuales y todas las normas. Norma es aquello que está mejor valorado y que suele coincidir con lo que es más frecuente en una comunidad y lo que es normativo para la Ciudad de México, no tiene que ser normativo necesariamente para Chihuahua, ni para Guadalajara o para Tuxtla Gutiérrez”, expuso.
Durante su conferencia, la especialista reconoció que aquello que está bien valorado y suele ser más frecuente es una convención heredada por siglos, porque somos seres históricos; en tanto, la lengua es una rutina, un ritual simbólico compartido como una memoria colectiva. Para la gramática, lo único que podemos decir es que es absolutamente neutral.
“Sin embargo, la valoración que hacemos de cómo habla el otro nunca es neutral”, resaltó Company Company. La historia de la lengua nos dice que el modo de hablar —el habla, ya no el sistema que es abstracto y acoge todo— es un poderosísimo diagnóstico de quién es el otro y de quién es uno mismo, con lo cual termina por ser un diagnóstico social, geográfico, cultural y educativo: “por eso se dice que las lenguas son un ADN cultural, porque se puede resumir el habla: dime cómo hablas y te diré quién eres, con quién te juntas, dónde naciste, cuántos años de escolarización tuviste. Es como una rúbrica de identificación”.
De esta manera, el modo de hablar se vuelve un diagnóstico de quién es el otro y ese diagnóstico nunca es neutro, ahí hay un conflicto entre valoración y gramática, con lo cual “haiga” tiene carita de horror; en cambio “haya” es perfecto; la primera es una palabra que ha tenido tache en la historia de la lengua, si bien ello no quiere decir que no se digan, sino que no son promotores de calidad de vida socialmente.
“En cambio, si digo ‘haya’ todos sonríen y dicen ‘ésta sí pasó por la primaria’. La valoración está asociada a elección, a innovaciones y a cambios en las lenguas, aquello que nunca ha cambiado, porque los seres humanos somos lingüísticamente muy codos, no queremos cambiar nada, con lo que la valoración está asociada a zonas donde puedo preguntar cómo se dice ‘dijiste’ o ‘dijistes’”.
La diferencia es que no hay quien se dedique a estudiar actitudes lingüísticas ni valoración en torno a palabras como mesa, silla, zapato, cordón, ojo, nariz, hombre, mujer, porque eso ha estado siempre igual, funcionando de la misma manera en la historia de la lengua española por dos mil años: lo que no cambia, no genera valoración.
“La valoración va asociada a innovaciones que son micro quiebres, imperceptibles las más de las veces, cuya salud de prosperidad es un misterio, cultural y tienen razones de ser. Todos, absolutamente todos los cambios son correctos y son naturales para la gramática, pero para valorar al otro o para que me valoren, no todos son correctos”, señaló la colegiada.
No existe el mejor español
En el Aula Mayor de El Colegio Nacional, Concepción Company Company se refirió a una pregunta que suelen plantearse muchos hablantes: ¿cómo está mejor dicha? Ese es un razonamiento de todos los seres humanos en cualquier coordenada, ya sea temporal, espacial o vivencial. No es un asunto de lengua española o de náhuatl o de chino: todos, absolutamente todos, en algún momento llegamos a cuestionar “cómo estará mejor dicho”.
El área de valoración se engloba en una disciplina que ha tenido un auge importante en los últimos 20 años, asociada a cambios lingüísticos, pero también a zonas de actitudes lingüísticas y eso empezó con preguntas como ¿dónde se habla el mejor español en América?, con lo que llegan los colombianos para decir que en su país se habla el mejor español americano; ¿dónde se habla el mejor español de España? Y entonces aparecen los de Salamanca o los de Valladolid para decir “nosotros.
No hay ningún mejor español, el único buen español es aquel con el cual nos podemos comunicar y podemos subir en la escala social y encontrar mejores quincenas o quincenas pagadas por trabajos que nos gusten más”.
Otro campo de valoración explicado por la lingüista se vincula con la edad: los adultos mayores suelen ser mucho más exigentes y menos flexibles en cuanto a lo que es bueno o malo lingüísticamente; en cambio los jóvenes treintañeros suelen ser mucho más flexibles y “aquello que a un anciano le parece una vulgaridad, al joven le parece irónico. Esto tiene que ver con actitudes lingüísticas”.
“La valoración es un pedacito de actitudes. La idea de lo mejor es relativo a una lengua, a una comunidad, a grupo: por ejemplo, cuando estábamos haciendo el Diccionario de mexicanismos propios y compartidos en la Academia Mexicana de la Lengua, hay voces que me parecen una vulgaridad, como camote disque eufemismo por pene, y los jóvenes que están en la Comisión de Lexicografía estaban a punto de poner vulgar, irónico, divertido y como esa voz hay muchas otras palabras similares”.
Por lo tanto, no hay un “mejor” absoluto, sino mejores para la historia de una lengua, porque la documentación administrativa, privada, literatura, prensa es la que nos dice si pasó la prueba, o no, de la valoración.
Asimismo, cuando hay posibilidades de opción es que está latente un cambio lingüístico, si bien ello no quiere decir que se vaya a producir: “si aquí no hay un grupo que diga ‘la casa de Juan’ y otro que diga ‘su casa de Juan’, si no existe opción, no habrá nunca un cambio y, por lo tanto, tampoco valoración. Puede haber dos formas, presencia-ausencia, en español se dice así o en el español se dice así; cuando tenemos presencias o ausencias, o dos formas, nunca son sinónimos”.
“Lo que no cambia no produce sensibilidad lingüística hacia el otro, ni produce juicios de valoración, no es ni bueno ni malo, ni nada. Hay que decir que como somos tan codos los hablantes, las zonas donde cambia la lengua, en mi experiencia de 40 años, son poquísimas. Si ustedes me preguntan ¿qué es lo más llamativo en la historia de la lengua española?, les contestaría lo poco, poquísimo que ha cambiado”.
Así, señaló la también integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, con muy poco entrenamiento escolar se puede entender y hasta disfrutar un texto del siglo XIV. Con un menor entrenamiento aún podemos disfrutar a Sor Juana, con toda la complejidad que tiene de manera conceptual, y con un menor entrenamiento podemos disfrutar una novela de hace 100 años.
“Si la opción prospera o no es casi un misterio y lo que la comunidad lingüística acuerda, en una convención no explícita, pues es sintomático de actitudes lingüísticas lo que prospera o no en la historia de una lengua. Esas actitudes lingüísticas están asociadas con pertenecer, o no, a centros de cultura poderosa”.
El diálogo básico es que gramática y valoración establecen una dialéctica muy compleja, misteriosa y mal equilibrada; las innovaciones o los cambios a veces son aceptados y en otras no, ¿por qué? es casi un misterio, pero si uno ve la historia de la lengua y uno se dedica a trabajar cambios lingüísticos el balance general inicial de cuándo sí prospera una innovación o un cambio y cuándo no prospera se vincula con el control de las irregularidades, porque ese control da prestigio.
“Entonces ‘haya’ da prestigio, en cambio ‘haiga’ o ‘dijistes’, que es perfecto, produce taches, coscorrones, no prospera porque no da prestigio. El control de la irregularidad es sumamente prestigioso para los hablantes, aunque nadie tiene una etiqueta de ‘ahora sí voy a ser prestigioso’, simbólicamente es una convención que hemos heredado y que seguimos heredando, y por más intentos de cambio que se den aquello no prospera, porque ese control de irregularidades es un diagnóstico de escolarización, de estandarización y de esfuerzo personal”.
La conferencia completa “Valoración y gramática. Una paradójica dialéctica”, impartida dentro del curso Lengua, gramática y percepción del mundo, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.
Fotos: Cortesía