Columnas

Los cambios de un político falso 

Por: ARMANDO RÍOS RUIZ

Es obvio que, para buena cantidad de mexicanos, las falsedades del Presidente han llevado a muchos a conocerle su lado veleidoso, voluble, que lo hace cambiar de opinión sin asomo de pena. Como cuando hablaba, como eterno candidato, de regresar a los militares a sus cuarteles y luego lo negó, con la frase: “nunca prometí regresar a los militares a sus cuarteles”.

Como cuando prometió que acabaría con los criminales en sólo seis meses y a casi seis años en la Presidencia, no sólo resultó una mentira más grande que su tamaño, sino que además los alentó para que se multiplicaran y a que se convirtieran en sus coadyuvantes en tareas relacionadas con los tiempos electorales con intimidaciones, secuestros y asesinatos de candidatos incómodos.

Como cuando prometió hacer de México un país superior al de Dinamarca en materia de salud, promesa que reiteró hace relativamente poco tiempo e hizo instalar una dizque mega farmacia con todas las medicinas inclusive traídas de cualquier parte del mundo y resultó un verdadero fiasco, en donde no hay ni curitas, ni agua oxigenada y ni siquiera un trapo sucio para usarlo como venda.

El mismo día que Donald Trump asumió el poder como Presidente de Estados Unidos o el 20 de enero de 2017, dijo en un mitin que era una vulgar amenaza a los derechos humanos, por su intención de construir un muro fronterizo. No sólo fue un alarde, sino que, como Presidente de México, él mismo le hizo instalar ese muro, pero humano, a lo largo de la frontera.

En una población fronteriza con Texas, exigió al entonces Primer Mandatario, Enrique Peña Nieto, que se reuniera con Trump para hacer valer los derechos humanos que él mismo no hizo valer. Se trataba de alardes de valentía que no mostró jamás, mientras el empresario fungió como Presidente de la potencia más grande del mundo, con quien se mostró sumiso en todo momento.

La honestidad valiente que había presumido se redujo a una frase de campaña sin contenido. Sin sustancia. Poco a poco dejó ver una sumisión absoluta frente al gigante del norte. Y no me refiero al país, sino al hombre que lo redujo a un simple personaje empequeñecido y manso. Reducido hasta no significar nada frente al él, salvo un incondicional obediente.

Por ese motivo del muro, demandó presentación de una denuncia ante la ONU, contra el gobierno y contra Trump, por violación de los derechos humanos y por discriminación racial. Pero él mismo no lo hizo como Primer Mandatario. Cuando fue a la Casa Blanca, regresó a México transformado. Como hechizado. Como deslumbrado de haber estado cerca del gigantón.

En otra Ocasión, el ex presidente norteamericano dijo que dobló a nuestro mandatario y no hubo absolutamente ninguna respuesta contundente. Mencionó que sometió al mexicano para que aceptara el programa “Quédate en México “. Explicó que amenazó con aplicar aranceles a importaciones de nuestro país y México tuvo que aceptar además usar sus fuerzas de seguridad como muro.

Otra vez en campaña, Trump volvió a recordar que, durante su mandato, obtuvo todo lo que quería de México y se refirió a una persona con una inteligencia debajo del promedio o al próximo secretario de Economía, Marcelo Ebrard, débilmente defendido por la virtual presidenta electa, mucho menos agresiva que su maestro. Y ya veremos cómo se transforma, de llegar nuevamente el magnate al más alto escalón político.

Narró en campaña, que cuando amenazó con imponer aranceles por sus exportaciones, lo hizo del conocimiento del entonces canciller y le dijo que le gustaría comentarlo con el Presidente. “Le respondí —prosiguió Trump—: tiene cinco minutos porque tengo que irme. Tengo algo mucho más importante qué hacer”. Con ello ganó 28 mil soldados mexicanos para su frontera.

De ganar Trump, ¿qué más nos espera con una presidenta que tendrá seguramente que preguntar a su mentor que debe hacer? [email protected]

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