Por: ARMANDO RÍOS RUIZ
México se desmorona por la presencia del crimen organizado, que cada día se muestra más implacable y cuyos desplantes para cobrar venganza ya alcanzan lo que se denomina terrorismo, negado por la Presidenta, porque es la única que no ve nada y por eso es la única que niega lo que ocurre.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que terrorismo es 1.- Dominación por el terror. Sinónimos: terror, violencia, intimidación. 2.- Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. 3.- Actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos. Los que saben de esto de los diccionarios reconocen que la primera acepción es la más importante de las que aportan esos glosarios.
¿En dónde cabe la definición que dio el súper policía Omar García Harfuch, de que conlleva fines ideológicos, religiosos y nada más, cuando la científica lo puso a ilustrar a los que la vieron? ¿Pretende que, además de reconocerlo como el súper policía, no sabemos por qué, también es conocedor del lenguaje?
El caso es que México está envuelto, como nunca, en una espiral de violencia que campea a lo largo y ancho del territorio nacional, ante la mirada tranquila de quienes gobiernan, quienes continúan sin darle la mínima importancia, tal y como ocurría el sexenio pasado, envuelto en sangre desde el principio hasta el final. El ex Presidente continuó diciendo siempre que los abrazos continuarían y continuaron.
La señora se limita casi todos los días a decir “lo siento” por los repetidos asesinatos que se cuentan por docenas, a manera de pésame, pero curiosamente, sin reflejo de algún sentimiento, ni de tristeza ni de alegría ni de pesar. Como un pedazo de madera que ponen frente al micrófono. Igual que todos los mandatarios provincianos o gobernadores de Morena, que dicen lo mismo. Quienes, además, añaden que están pendientes y hasta desvelados por trabajar denodadamente para devolver a sus territorios envueltos en balas, la tranquilidad perdida hace tiempo.
La Mandataria está más ocupada en hacer girones la Constitución, en aras de apresurar el paso rumbo a la dictadura. Seguramente urgida por el mandato de su maestro, que refleja estar todo el tiempo detrás de ella apurándola a consumar su sueño, primero de destruir lo que tiene pendiente, porque le estorba y después, con el argumento ridículo de que es el pueblo el que quiere eso.
Todas estas acciones representan un peligro gigante, de llevar en cualquier momento a los mexicanos a un enfrentamiento, a pesar de su desventaja frente a los ejércitos aliados de las fuerzas intransigentes que gobiernan. Tanto el que representan las fuerzas armadas, como el que encabeza el denominado crimen organizado, tan poderosamente armado que compite inclusive con el anterior y al parecer, muy comprometido con el gobierno, aunque ya deja sentir que lo ha rebasado.
En cualquier momento, los mexicanos se verán instados a actuar por cuenta propia, acicateados por el abandono de la clase gobernante, fiel a las indicaciones del ya famoso Foro de Sao Pablo y hoy de Puebla, de fomentar el caos que siembran los grupos criminales. La conciencia de estar abandonados y amenazados es un ingrediente infalible para iniciar ese despertar, aún a costa de la vida.
El gobierno continúa en la misma posición. Como que no ve lo que ocurre, a pesar de las llamas que consumen autos. De los drones que ubican al enemigo y del ruido de las balas asesinas. Se niega a reconocer lo que hoy padecen muchos rincones del país y ni siquiera aprecia la zozobra que envuelve a sus habitantes. El pueblo donde nací, otrora tranquilo a pesar de estar enclavado en un estado históricamente violento, hoy es inhabitable.
Mis paisanos de Tecpan de Galeana, Guerrero, están atemorizados. No se atreven a abandonar sus hogares. No hay autoridad que los proteja. La gobernadora, inexistente desde que arribó al poder y obediente en todo a su padre, quien es el que realmente ejerce el mando, es de las que dan pésames todos los días. Pero sólo por los que son figuras conocidas. Las decenas que mueren diario y ni siquiera forman parte de las estadísticas, no pueden contar con tan distinguido dejo de piedad.
Aquí se acabó el júbilo inicial, que gritaba: “tenemos Tora”, en alusión a su progenitor, que se hace llamar El Toro sin Cerca y a quien hoy, todos esos fascinados con su candidatura, le mientan la madre porque no les confirió algún cargo.
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