Por Guillermo Barba*
En el contexto del reciente cierre de la cumbre BRICS en Kazán, Rusia, el presidente Vladimir Putin expuso una serie de advertencias que resonaron en el ámbito político y económico global.
Según Putin, cualquier intento de “derrotar a Rusia en el campo de batalla” es una ilusión. Tal vez tenga razón.
Sin embargo, su mensaje no se limitó a la confrontación militar, sino que abordó uno de los temas más complejos y sensibles en términos económicos: la “dolarización” y el “arma de doble filo” que representa el dólar estadounidense en el sistema financiero internacional.
Putin describió que el conflicto en Ucrania se ha convertido en un conflicto por poder y recursos, donde Occidente, encabezado por Estados Unidos, ha instrumentalizado al dólar no solo como una divisa de referencia global, sino como una herramienta de presión geopolítica. “Utilizar el dólar con fines políticos”, advirtió, “socava la confianza en esta divisa y disminuye su capacidad”. Tiene razón.
El uso del dólar como arma política y de guerra financiera, ha sido uno de los peores errores de la desastrosa administración Biden.
La afirmación de Putin se puede observar en la reciente tendencia de ciertos países a diversificar sus reservas internacionales, aumentando sus posiciones en activos como el oro, en detrimento (al menos en parte) de su exposición al dólar.
De hecho, los datos de reservas de divisas de varios bancos centrales muestran un claro aumento en la adquisición de oro en los últimos años, especialmente en economías emergentes y países alineados con Rusia o China. En este sentido, las “compras netas de oro” por parte de las naciones BRICS se han visto potenciadas como una medida para evitar los efectos colaterales de las sanciones financieras estadounidenses y europeas.
La supremacía del oro en tiempos de incertidumbre
Mientras las tensiones monetarias y geopolíticas crecen, el oro ha visto un aumento significativo en su demanda y en sus precios que siguen alcanzando nuevos máximos históricos. Con la deuda estadounidense en niveles récord y en crecimiento acelerado, los inversionistas recurren nuevamente a este activo sólido de valor. Hacen lo correcto.
Ahora bien. En el contexto aludido, mucho se ha señalado respecto a una supuesta “divisa única” de los BRICS que estaría respaldada en oro, con miras a “destronar” al dólar. No obstante, más allá de especulaciones mediáticas, lo cierto es que ese tema ni siquiera fue objeto de debate en la cumbre, y que es poco más que un sueño imposible entre naciones tan dispares, distantes y a veces tan poco relacionadas económicamente entre sí.
No es lo mismo hablar de simpatías y factores políticos en común que de una compleja unión monetaria.
Quizá muy a pesar de algunos líderes de los BRICS, la realidad es que la infraestructura económica y financiera global sigue sustentada en el dólar, y cualquier intento de desplazarlo requeriría primero que nada una gran economía así como instituciones sólidas e independientes que garanticen imparcialidad en caso de disputas. Con gobiernos totalitarios como los que hay en China y Rusia, ambas naciones quedan descartadas en el último aspecto, y el resto de BRICS, quizá en ambos rubros.
Eso sí, el fortalecimiento de la alianza BRICS, que ahora incluye a nuevas economías emergentes como Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos, representa un intento coordinado de crear un contrapeso al dominio occidental.
El mundo se está partiendo nuevamente en dos frentes económicos como en el siglo XX.
Las cifras en sí ya son impresionantes: los países BRICS representan el 45% de la población mundial y sus economías combinadas suman más de $28.5 billones, aproximadamente el 28% de la economía global. Arabia Saudita ha sido invitada a unirse, y según funcionarios rusos, otros 30 países han expresado interés en formar parte del grupo o estrechar lazos.
Sin embargo, esta aparente unidad esconde profundas fracturas. Como señala Jim O’Neill, el execonomista jefe de Goldman Sachs que acuñó el término «BRIC», las tensiones entre China e India dificultan una verdadera cooperación económica. Además, existen conflictos entre nuevos miembros como Egipto y Etiopía, mientras que Irán y Arabia Saudita mantienen una histórica rivalidad regional.
Por último, Vladimir Putin es, sin duda, una figura polarizadora que ejerce un poder absoluto en Rusia. Sin embargo, en sus críticas hacia el uso del dólar como arma económica, existe una base de verdad que no se puede ignorar. Como ya mencionamos, el gobierno estadounidense – y específicamente la administración de Joe Biden, cometió el error estratégico de emplear al dólar como un mecanismo de sanción en un contexto global cada vez más tenso, y sólo el regreso de Donald Trump al poder podría comenzar a corregir esos desatinos.
Es por eso que ante una victoria de Trump se espera que el dólar se fortalezca en el corto plazo, lo que haría retroceder todavía más las aspiraciones de cualquier otra divisa en su búsqueda por el estatus de “divisa de reserva global”.
Pero que Washington no se confíe: las elecciones aún están por celebrarse, y sea quien fuere el ganador, tendrá que llevar a cabo una política de gasto menos desenfrenada o de plano equilibrada, para evitar que se arrastre a los Estados Unidos a una crisis fiscal que perjudique el estatus del dólar desde dentro.
*Economista y autor de TOP MONEY REPORT
Guillermo Barba se posiciona en el Top de Influencers financieros de EUA, España y Latinoamérica