Columnas

La abulia de la rana

Javier H. Contreras O.

“Vamos quedando anestesiados,

adaptándonos a condiciones

amenazantes para nuestra integridad…”

VALERIA BEDROSSIAN

Tenemos la capacidad de adaptarnos a ambientes y situaciones como forma de sobrevivencia y sociabilidad. Es muy común decir que a donde fueres haz lo que vieres, como un consejo de incorporarse a las costumbre o tradiciones del lugar que se visita para evitar ser relegado o rechazado.

El sentido original de la expresión se la adjudican al obispo Ambrosio de Milán, quien fue pieza clave para la conversión al cristianismo de San Agustín de Hipona cuando pronunciaba “cuando a Roma fueres, como romano vivieres” o cuando vayas a Roma vive como romano.

Es un proceso normal de adaptabilidad y de sentido común. Sin embargo, existe lo que se ha llamado el síndrome de la rana hervida que consiste en que si ponemos a una rana en una olla con agua fría y gradualmente la vamos, la rana de va adaptando a la temperatura y cuando quiera escapar ya estará cocida.

De esta manera se explica la incapacidad que tenemos las personas de reaccionar ante amenazas que gradualmente van aumentando y permanecemos inmóviles y hasta en un estado de confort, creyendo que no sucederá nada. Cuando nos percatamos que estamos en una situación difícil trataremos de escapar, pero ya será demasiado tarde. ¿Asi nos pasa en nuestras vidas o en el rumbo del país?

La inmovilidad y sobreadaptación será nuestra condena de muerte. ¿Seremos como la rana que en un principio se sentía cómoda en el agua fresca sin saber que poco a poco se iría calentando cada vez más y que la temperatura del agua iría subiendo de grados adaptándose el cuerpo a agua tibia y luego más caliente, hasta que no podamos reaccionar o saltar fuera de la olla y morir cocinados?

¿Cómo sucede esto?

“El síndrome de la rana hervida[1] es la sobreadaptación a condiciones amenazantes para nuestra integridad y puede darse en cualquier tipo de relación. Esgrimiendo los más diversos argumentos y justificaciones vamos quedando anestesiados, adaptándonos a condiciones amenazantes para nuestra integridad”.

Según Valeria Bedrossian si una rana es arrojada en una olla de agua hirviendo su reacción es saltar por el instinto de salvarse, pero si esa misma rana es colocada en una olla de agua fría y se procede a calentar gradualmente el agua la rana se va acostumbrando porque es tan sutil el desgaste que sus mecanismo de alarma y defensa se van debilitando y el agotamiento progresivo, la pérdida de conciencia van llevándola hacia la muerte, perdiendo la capacidad de reacción.

La anestesia la sufrimos en relaciones personales, de trabajo y en otras actividades que nos va adormeciendo y lo aceptamos por comodidad y confort, y cuando sentimos el daño o vemos un peligro inminente ya no tenemos la capacidad ni la potencia para reaccionar. Somos como ranas en una olla. Morimos por inanición.

El país está en una gran olla y millones de mexicanos actuamos como ranas. En este momento se siente y agradece la comodidad y la ayuda económica que llega mensualmente en tarjetas, lo que nos induce a estar ajenos a lo que está pasando fuera de la olla.

Cambios radicales, decisiones trascendentales, nombramientos importantes, cambios y mayoriteos, imposiciones y médicos cubanos. El agua caliente de la olla son las redes sociales que nos hipnotizan y nos tienen entretenidos sin percatarnos que cuando queramos reaccionar, será demasiado tarde.

Es una actitud ante gobiernos y autoridades sin tener el mínimo interés por lo que está pasando en el país mientras nos siga llegando a nuestra tarjeta esos depósitos mensuales de “bolo”. Como ese bolo que antes en los bautizos repartían los padrinos a diestra y siniestra. O como cuando quiebran la piñata en una fiesta, que nos peleamos y arrastramos por lograr algo, lo que sea, empujando a los demás.

Asi nos tienen entretenidos mensualmente con bolo del bautizo o con la piñata que rompen cada mes.

Cuando estemos con el agua hasta el cuello, intentaremos reaccionar, pero ya será muy tarde. El país está pasando por un proceso trascendental de cambio drástico de sistema, se siguen eliminando de un plumazo instituciones que se edificaron durante décadas como contrapesos y ahora de un manotazo de mayoriteo las están desapareciendo.

Que si el peso en relación con el dólar ya cambió, que si ya modificaron la Constitución, qué mencionan y discuten sobre una reforma judicial, que si van a desaparecer organismos de transparencia, que si ya ganó Trump en Estados Unidos…

¿Qué nos importa todo eso?

Cuando existen mecanismos de anestesia, la reacción pierde su potencia. Dicen que el exceso de tolerancia, altruismo, perfección o aceptación son cualidades en la exacta dimensión, pero en dosis excesivas nos pueden impedir reaccionar adecuadamente, porque estamos adormecidos.

Si bien, también podemos comparar esa gran olla de la rana con una burbuja digital que nos impide ver al exterior. Vivimos ya en un ecosistema digital, no nos percatamos que estamos atrapados en una nueva adicción y que la dependencia de la tecnología nos ha esclavizado y cuando queramos escapar no podremos movilizarnos porque perdimos las facultades de reacción. Esa es la olla digital que cada vez intensifica la temperatura y nos va cociendo sin poder escapar.

Acaso ¿no estamos asi en los tiempos actuales?

Permanecemos inmóviles sin reaccionar viendo -y sintiendo- subir la temperatura del ambiente y no reaccionamos, están apagadas las alarmas. Lejos de movernos, nos acostumbramos a la comodidad de estar -aparentemente- cómodos, calientitos, aunque dentro de poco estaremos quemados.

A las ranas se les perdona ese síndrome porque su instinto no llega a darles el dato que van subiendo gradualmente la temperatura, pero ¿nosotros que nos jactamos de ser racionales, inteligentes, suspicaces, hábiles, audaces y listos?

Si bien no podemos compararnos con una rana, el problema en el humano es más grave porque entonces se puede hablar de abulia o el desinterés por lo que pasa a nuestro alrededor.

Estamos en la olla con agua tibia, agradable y templada. No nos preocupamos de nada lo que pase afuera mientras tengamos a la mano y en la mano el celular pasando horas y horas al día viendo redes sociales.

Mientras, la temperatura de la olla sigue subiendo y cuando queramos salir ya será demasiado tarde.

Lamentablemente tenemos desactivadas las alarmas. Ni siquiera pensamos en los riesgos y tiempos que se avizoran.

Las defensas las tenemos muy bajas por lo que estamos propensos a sufrir una infección que puede ser mortal e incontrolable y que ni los mejores antibióticos nos podrán salvar.

¿Moriremos en este país como ranas en la olla?

¿Lograremos salvarnos de la anestesia de las redes sociales y sacudir la cabeza para ver qué está pasando en el mundo?

O ¿decidiremos ser una simples ranas digitales?

Información Diario de Chihuahua

Clic para comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Arriba