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¿Restaurarán los futuros líderes de Siria los derechos humanos para todos?

Los rebeldes sirios se reúnen alrededor de una estatua ecuestre de Bassel al-Assad, hermano del líder depuesto Bashar, durante la Batalla de Alepo de 2024. Posteriormente, la estatua fue derribada.

Sarah Dawood, editor | INDEX on CENSORSHIP

Hola lectores. Esta semana, el mundo observó conmocionado cómo los rebeldes sirios derrocaban al gobierno de Bashar al-Assad, poniendo fin al reinado de 24 años del dictador y poniendo fin repentinamente a la brutal guerra civil de 13 años del país. Desde entonces, él y su familia huyeron y supuestamente solicitaron asilo en Rusia.

Uno de los legados definitorios del despiadado régimen de Assad fueron sus prisiones inhumanas, donde han estado recluidos muchos activistas políticos, periodistas y manifestantes. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (According to the UK-based monitoring group Syrian Observatory for Human Rights), grupo de seguimiento con sede en el Reino Unido, casi 60,000 personas fueron torturadas y asesinadas en estas cárceles. Cuando se supo la noticia del colapso del gobierno de Assad el 8 de diciembre, surgieron vídeos de las fuerzas rebeldes sirias, lideradas por el grupo militante Hayat Tahrir al-Sham (HTS), liberando a personas de la tristemente célebre prisión de Saydnaya, a la que frecuentemente se hacía referencia como un “matadero humano”. Se cree que muchas más personas siguen atrapadas en celdas subterráneas ocultas.

El régimen de Assad ha sido uno de los más represivos a la libertad de expresión en el mundo actual. Se volvió más violento y restrictivo después de la Primavera Árabe de 2011, cuando los sirios salieron a las calles para protestar pacíficamente contra el gobierno. Siguió una importante represión de la libertad de reunión, con activistas políticos detenidos y torturados y civiles atacados con artillería y sustancias prohibidas internacionalmente, como armas químicas.

Los periodistas fueron encarcelados, torturados, asesinados y desaparecidos por la fuerza. Reporteros sin Fronteras informa (Reporters Without Borders reports) que 283 periodistas han sido asesinados en Siria desde 2011, 181 de ellos a manos de Assad y sus aliados. El día de la caída de su régimen, se informó que 23 periodistas estaban en prisión y otros 10 desaparecidos. La organización de derechos humanos clasificó a Siria en el lamentable puesto 179 de 180 países en su última Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa.

Durante su reinado, Assad había introducido cada vez más leyes que restringían la libertad de expresión. Tras el levantamiento, en 2011 se aprobó una ley de medios (media law in 2011 ) con el pretexto de proteger el periodismo independiente, pero en realidad restringió aún más la información de los periodistas, legislando que la libertad de expresión debía “practicarse con responsabilidad y conciencia” (“practised with responsibility and awareness”) y prohibiendo a los periodistas informar sobre ciertos temas, como las cuestiones nacionales, la seguridad, las actividades del ejército y las cuestiones religiosas. Luego, en 2012, (then came in in 2012), entró en vigor una amplia ley antiterrorista, que permitió aún más al Estado criminalizar los actos pacíficos de disidencia, y una ley sobre delitos cibernéticos en 2022 (a cybercrime law in 2022) impuso penas de cárcel de seis meses para los ciudadanos sirios que difundieran desinformación o “noticias falsas” que socavaran la reputación del estado.

Uno de los activistas políticos más destacados del país es Mazen Darwish. Periodista y abogado, fundó la ONG Centro Sirio para los Medios y la Libertad de Expresión en Damasco en 2004, y él mismo fue acusado en virtud de la ley antiterrorista. Él, junto con otros miembros de su organización, fue detenido durante una redada del servicio de inteligencia en 2012 y posteriormente estuvo encarcelado hasta 2015. En una entrevista con el periódico alemán Die Zeit (German newspaper Die Zeit), recordó los métodos de tortura utilizados en prisión: descargas eléctricas, suspensión detenidos a manos, palizas y privación de sueño. Tras la caída del régimen esta semana, tuiteó (he tweeted): “Por primera vez en 50 años, me siento ciudadano”.

El reinado despiadado de Assad ha terminado, pero la restauración de la libertad de expresión y de los derechos humanos en general no será fácil a partir de aquí. Los grupos rebeldes que derrocaron a Assad también han sido acusados ​​de abusos contra los derechos humanos (human rights abuses). De los 283 periodistas asesinados en Siria desde 2011, se cree que HTS mató a seis periodistas, mientras que el líder del grupo, Abu Mohammed al-Joulani, es presuntamente responsable del secuestro de ocho periodistas, según Reporteros Sin Fronteras. Esto sin mencionar las muertes de trabajadores de los medios de comunicación a manos de grupos radicales como el Estado Islámico, que supuestamente asesinó a 22 periodistas en Siria entre 2013 y 2017. Mientras tanto, reporteros kurdos han muerto en ataques aéreos, que los medios kurdos han atribuido al gobierno turco militar.

También persiste la preocupación por el trato dado a minorías como los kurdos, los asirios y los alauitas en el país tras la caída de Assad. Mientras que los rebeldes que derrocaron a Assad han prometido tolerancia y dicen que quieren construir una Siria unificada e inclusiva, un gobierno no secular o el surgimiento de facciones militantes podrían provocar una mayor persecución de grupos étnicos y religiosos minoritarios, como ocurrió en Irak tras la deposición de Sadam Husein.

Para la mayoría de los sirios, esta semana es un gran motivo de celebración, ya que los presos políticos son liberados y muchos de los que fueron exiliados pueden regresar sanos y salvos a sus hogares. Con suerte, la violenta represión de la libertad de expresión en Siria habrá terminado. Pero aún quedan dudas sobre si los futuros líderes de Siria restablecerán los derechos humanos para todos, y sólo el tiempo lo dirá.

Foto: VOA

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