Columnas

Cuando la imagen importa más que el duelo

Por: MARTÍN MARTÍNEZ OLVERA

Leía al Director de Índice Político, el periodista Francisco Rodríguez, y la cabeza de una de sus colaboraciones dice “No solo tiene la cabeza fría, también tiene helado el corazón”, esta expresión en relación a la reacción de la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo luego de darse a conocer la existencia de un campo de exterminio en Jalisco, en el rancho Izaguirre ubicado en Teuchitlán, la aludida no solo minimizó el hecho, lo consideró montaje, defendió a “su presidente” y bailó.

Este coctel de emociones contrarias a un sentido humanitario, de responsabilidad humanitaria ante el dolor de cientos de personas buscadoras de sus seres queridos en la geografía mexicana, generó diversas preguntas de quienes aún nos atrevemos a considerar que vale la pena tener consciencia.

Demacrada, la Presidenta Sheinbaum solicitó, suplicó “dejen en paz al presidente López Obrador”, y en esa expresión está parte del señalamiento público, ya que al que se refiere como “presidente” y demerita así, otra vez, su propia investidura fue responsable de un tramo de esta historia, y por lo tanto, responsable social también, no solo legal de lo sucedido en su periodo como presidente de México, así como lo será ella en el tramo que debe cuidar para entregar al cachorro.

“¡Déjenlo en paz!”, quizá convendría preguntarnos si será en el mismo tenor de lo que el ex aunque intuyamos sigue siendo, no fue acaso el que se encargó durante años de ser el sabanero de quienes gobernaban construyendo así, a dominio de sus partidos, usando tiempos oficiales de los medios, su presencia para adoctrinar a base de odio.

Ese mismo odio que nos dividió como sociedad para generar incompatibilidad, falta de sensibilidad y con ello, desdén por lo verdaderamente importante.

El gran cambio prometido debiera pugnar por la transparencia de los hechos basados en investigación científica siendo como es, una científica la que tiene el mando. Pero no, los hechos de muerte como el citado en Izaguirre, no tiene la fuerza social que tiene el caso Ayotzinapa – Iguala, las madres no tienen una estructura social, y lo sabe la que está al frente del atril de su mañanera defendiendo a “su” presidente.

Cuidar su imagen la condujo a desdeñar la denuncia y en cambio ser parte de un baile, con el que mostró que sí, efectivamente tiene razón Francisco Rodríguez, tiene helado el corazón y cuida más su imagen que la justicia, que el bien de la nación, que la empatía y respeto por el dolor, sea como sea y provocado por quien haya sido, corresponde a su gobierno esclarecer.

Esquivar la revisión del caso es intentar hacerlo sobre el dolor de buscadoras y buscadores de respuestas, de aliento y fe, y en lugar de enfrentar la responsabilidad pública que le otorgó el voto, arroja palabras airadas sobre las heridas desdeñando la información que trasciende porque su imagen es más relevante que el dolor real de la búsqueda de cientos, miles de desaparecidos mexicanos.

La historia no es fácil, se requiere conocerla, estudiarla, revisarla permanentemente para adecuar al tiempo contemporáneo lo que pueda ser un riesgo de repetir.

Pero a la presidenta le falta también ese aliento que requiere el dolor para resistir y a cambio de respuestas surge el surrealismo de un video más cuestionado en su credibilidad que la honestidad del “presidente de Sheinbaum”.

La carga de Sheinbaum apenas empieza, apenas lleva seis meses en el poder y su desgaste físico es evidente, como también la esperanza que dijo representar. Habrá que ver si las madres buscadoras están dispuestas a seguir abriendo hoyos en la tierra para encontrar a sus familiares desaparecidos o vuelven la mirada en la exigencia de que lo haga quien está obligado a cuidar y velar por toda la ciudadanía. Surrealismo?

P.D. Gracias por sus atenciones. Al personal médico, de enfermería del Hospital General de Chilpancingo. A quienes estuvieron pendiente de la evolución de mi salud. Sean bendecidos.

De

Para DeReporteros

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