
Sebastián Godínez Rivera
El domingo 18 de mayo tuvo lugar la primera vuelta por la presidencia de Polonia, la cual será disputada en una segunda vuelta el 1 de junio entre el candidato liberal de la Coalición Cívica, Rafal Trzaskowski y el nacionalista Karol Nawrocki del opositor partido Ley y Justicia. Los comicios polacos son unos de los más cerrados de la historia puesto que el primero obtuvo 30,8% frente al 29.1% del segundo.
La nación centroeuropea ha vivido bajo tensiones políticas desde 2023 cuando el partido de derecha radical, Ley y Justicia, perdió la mayoría en el parlamento, lo cual fue un duro golpe para el entonces oficialismo. El cargo de Primer Ministro fue asumido por un el liberal y pro europeísta, Donald Tusk; esto llevó a que se abriera una guerra entre el premier y el todavía presidente, Andrzej Duda, miembro de la derecha nacionalista.
Será el 1 de junio cuando se decante la ciudadanía por quién será el presidente. No es un tema menor debido al antagonismo de los perfiles y lo que representaría la victoria de cada uno a nivel nacional y continental. Por ejemplo, Trzaskowski, alcalde de Varsovia y un político cercano a la UE, llegó a esta elección como favorito y de ganar la presidencia lograría revertir ciertas leyes polémicas como la que criminaliza la diversidad sexual y la posición del país frente a la guerra ruso-ucraniana.
El país es una república parlamentaria, es decir, hay un jefe de Estado que es el presidente y un jefe de gobierno, el primer ministro. Ahora bien, la disputa ideológica entre los titulares del ejecutivo, ha llevado a un bloqueo de la agenda de gobierno por parte del presidente Duda. Esto ha dificultado la posibilidad de impulsar leyes, debido a que el presidente polaco tiene la facultad de veto.
Ahora bien, el triunfo en la presidencia daría paso a un gobierno unificado donde los ejecutivos son parte del mismo partido y con su coalición parlamentaria el trabajo podría facilitarse. No obstante, Ley y Justicia busca retener la presidencia de la mano de Nawrocki
quién sería el sucesor de Duda y con ello daría continuidad al bloqueo de la coalición liberal y con ellos impulsaría la agenda autoritaria en el país.
Un triunfo de Nawrocki se traduciría en la continuidad de la política iliberal en Polonia y sus relaciones con otros países. A diferencia de Hungría o Croacia, los diversos políticos polacos no se identifican con perfiles prorrusos, esto debido al desarrollo histórico que ha tenido el país. Fueron parte de la Unión Soviética tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y la herida del sometimiento soviético es algo que los mantiene lejos de Vladimir Putin.
Es importante hacer hincapié en esto porque partidos políticos de derecha y algunos candidatos antisistema se han alineado con la agenda pro Putin, elemento que no existe en Polonia. Sin embargo, esto no quiere decir que las políticas autoritarias como el sometimiento del Poder Judicial, cierre de medios de comunicación críticos y la criminalización de la comunidad de la diversidad sexual sean más amigables.
Al contrario, Polonia ha sido una de las naciones precursoras en la adopción de regímenes autoritarios que no eran dictaduras, sino de partido hegemónico, según Sartori. Asimismo, fue uno de los principales países que se democratizó de la mano de Lech Walesa en los años noventa quien derrotó al Partido Obrero Polaco que había gobernado desde 1945; también logró la liberación con apoyo del Papa Juan Pablo II (de origen polaco) y su proceso de democratización fue estudiado por politólogos como Guillermo O´Donnell, Lawrence Whithead y Phillip Schmitter. Finalmente, también ha sido uno de los casos más estudiados sobre el regreso del autoritarismo, de acuerdo a Anne Applebaum.
Este país ha cobrado relevancia para quienes estudiamos la erosión democrático, el ascenso del autoritarismo y las nuevas derechas debido a que Polonia fue uno de los primeros países en democratizarse (1990) en Europa del este, pero hoy es uno de los que más rápido adoptó el autoritarismo. Para algunos es un laboratorio de la transición; cómo una nación presenció la liberalización política, la alternancia en el poder, la transición del régimen hegemónico a uno pluralista y se estancó en el proceso de consolidación.
Desde 2005 Ley y Justicia ganó la presidencia de dicho país con Jaroslaw Kaczynski y comenzó a tener un crecimiento en el parlamento. Diez años después en 2025, logró la mayoría calificada para reformar el país, sus instituciones y la constitución, con las cuales fortaleció los poderes del ejecutivo, debilitó al Poder Judicial y censuró la libertad de expresión. En ese mismo año, llegó a la presidencia Andrzej Duda quien ha sido invisibilizado, pero que debería ser visto como uno de los antecesores del nuevo autoritarismo.
La segunda vuelta que se celebrará el 1 de junio puede cambiar no solo el tablero interno, sino también continental. Un triunfo de los liberales acercará al país con la Unión Europea y la alejará del nacionalismo cristiano de Hungría (impulsado por Viktor Orbán); conllevaría a un cambio en las reglas que han promovido una sola visión; y posiblemente la división de poderes se restauraría, asestando un duro golpe a las derechas radicales del continente.
Por otro lado, la permanencia del oficialismo en la presidencia sería una señal de autocratización y reforzamiento de la batalla cultural, en la cual el liberalismo ya no significa nada para varias naciones. Además, la doctrina iliberal podría seguir permeando en la sociedad polaca, quien desde 2015 se ha decantado por el autoritarismo y un presidente fuerte que logre atender problemas heredados de la era socialista. No obstante, hay un tercer escenario que implica a los dos mencionados con antelación.
Me refiero a la medición de la resiliencia o la derrota de la democracia polaca, en pocas palabras, si el país ha superado la preferencia por el autoritarismo, al punto que votaría a un presidente liberal o aspira a mantener ciertos actores fuertes. Este es uno de los diagnósticos que deben ser abordados con cuidado por parte de los científicos sociales. Como si de médicos se tratara, dependiendo de los resultados tendremos que evaluar las distintas variables y escenarios que podrían suscitarse en la salud del país.
No podemos decir que si gana el candidato liberal, el país “se vacunó contra el autoritarismo”, luego entonces, empieza un proceso de recuperación; así como tampoco es posible afirmar que el país está perdido. Desde la cientificidad es pertinente observar y estudiar el rumbo que tomará el país, siempre y cuando no haya un diagnóstico sesgado por las filias y fobias de la propia Ciencia Política.
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Para DeReporteros