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No llores por mí Argentina

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Sebastián Godínez Rivera

Desde la muerte de Eva Perón en 1952, la canción No llores por mi Argentinainterpretada por Paloma San Basilio, había cobrado tanto sentido como en este momento; me refiero por la sentencia que inhabilita y lleva ante la justicia a Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Más allá de los cargos que se le imputan y la diversidad de opiniones que hay alrededor del mundo, lo cierto es que Fernández está viviendo el ocaso de su liderazgo político.

Desde 2003 cuando Nestor Kirchner ganó la presidencia, Cristina obtuvo reflectores desde el Senado, aunado al marcado simbolismo de la pareja con Perón y Eva. Luego, ella lo sucedió en la Casa Rosada en 2007 y logró un segundo mandato hasta 2015. No obstante, CFK lleva más de dos décadas en la vida pública argentina y hasta cierto punto ella es responsable de la debacle del peronismo.

Al igual que ocurre con sus pares de Brasil, Lula da Silva; Rafael Correa en Ecuador; Evo Morales en Bolivia; Nicolás Maduro en Venezuela: y Danilo Medina en la República Dominicana, Cristina ha personalizado a su partido. Cuando los partidos o movimientos están sometidos a una voluntad estos entran en proceso de desgaste y agotamiento. No debería sorprender que desde 2003 hasta 2025, el peronismo haya ido debilitándose por la falta de nuevos liderazgos.

Por ejemplo, Cristina fue la vicepresidenta durante el mandato de Alberto Fernández, las pugnas entre ambos terminaron por debilitar a su candidato presidencial, Sergio Massa y favoreciendo al libertario, Javier Milei. A esto se suma que existen liderazgos provinciales del justicialismo, pero estos no han podido crecer debido a la imagen anquilosada de CFK. Esto no quiere decir que la gente no la apoye, al contrario, es el propio arraigo de la militancia lo que la mantiene encumbrada en el poder.

Sin embargo, la historia ha demostrado que cuando un personaje se mantiene en el poder tiende a desgastar su imagen y la del partido; la expresidenta se ha convertido en una suerte de Lula, es decir, un antídoto contra la derecha que cada vez pierde mayor efectividad. A esto se suma que su permanencia en el poder ha fortalecido la retórica de la casta de Milei, puesto que critica que sean las personas de siempre las que viven de la política y no para la política.

A esto se suma la constante judicialización del peronismo, puesto que se le señala de enriquecerse durante sus gobiernos, además, de haber creado una empresa que recibió numerosos contratos. Los casos que tiene abiertos fortalecen la imagen de corrupción durante su gobierno y merman las posibilidades del peronismo para reponerse de las derrotas. Esto no quiere decir que nunca más vayan a ganar elecciones, pero sí hay dificultades para articular un mensaje que penetre en las mayorías decepcionadas.

Por otro lado, algunas voces dentro del justicialismo siguen cuestionando que Fernández impida el ascenso de personajes nuevos. Estudiosos de las élites como Mills o Mosca, postulan que debe existir una rotación en los liderazgos cada cierto tiempo para que funcionen estos grupos, cuando esto no acaba, son sus mismos exponentes quienes terminan por debilitar a la élite.

Lo cierto es que las acusaciones en su contra fortalecen su imagen ante el amplio sector que apoya al peronismo, es decir, se vuelve una mártir. Así como en otras latitudes los procesos judiciales contra líderes de la izquierda los catapultaron al éxito político, Andrés Manuel López Obrador y su desafuero en 2004; los cargos contra Rafael Correa y su exilio en Bélgica; las acusaciones contra Lula Da Silva entre 2017 y 2018; la destitución de Fernando Lugo en Paraguay en 2012; el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras en 2009; o la rebelión contra Hugo Chávez en 2004.

Si el peronismo logra movilizar a sus bases, articular un mensaje de persecución y señalar a Milei como el responsable, el justicialismo se fortalecería. Ahora bien, esto no implica que toda la militancia sea homogénea, así como hay sectores progresistas, también están los albertistas y los que comulgan con la desregulación económica. Por otra parte, es posible encontrar a voces que vean como una oportunidad el enjuiciamiento de Fernández para que nuevos liderazgos surjan.

Los actores no se acomodan aún y ante un escenario incierto, todo puede pasar, pues en política todos los vacíos se llenan. El ocaso de Fernández puede convertirse en un renacer del kirchnerismo o incluso en su declive; la única certeza es que la figura de CFK despierta simpatía en un sector poblacional importante y cuando este siente amenazado tiende a movilizarse.

De

Para DeReporteros

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