Sebastián Godínez Rivera
El sábado 4 de octubre se cumplieron 300 días de protestas en Georgia, una pequeña república del Cáucaso que formó parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La ciudadanía georgiana se ha convertido en un símbolo de orgullo, resistencia y dignidad frente al imperio zombie como llama Mira Milosevich a Rusia.
Esta nación se ha mantenido luchando contra el partido gobernante Sueño Georgiano el cual es prorruso, euroescéptico e iliberal. Es un instrumento del presidente ruso, Vladimir Putin, para mantener el control de varios estados que pertenecen a su antigua zona de influencia. Es sabido que los rusos tienen un largo historial de injerencia desde 1991 cuando cayó el socialismo real.
Sin embargo, en el siglo XXI naciones como Ucrania, Hungría, Moldavia, Rumanía, Serbia y Montenegro han sido objeto de ataques. Por su puesto Georgia no queda fuera de la lista y desde 2024 el partido gobernante junto con campañas de desinformación provenientes de Moscú incidieron en los comicios, así lo relatan informes de observadores electorales, organizaciones y periodistas.
Esta república es un sistema semipresidencialista, es decir, hay un presidente que ejerce la jefatura de Estado. Cuenta con poderes como disolución del parlamento, comanda las fuerzas armadas y papel protocolario. También hay un primer ministro, el cual es nombrado por el presidente y ratificado por el parlamento. Esta figura apareció tras la reforma de 2004; luego se fortaleció al jefe de gobierno con los cambios de 2010; y en 2013 se promulgó una nueva constitución.
La oposición desconoció los resultados y exigió la repetición de las elecciones; la ciudadanía inició un movimiento de resistencia al cual se unieron estudiantes. Se presentaron demandas en un tribunal de la capital, Tiflis, pero este desestimó los recursos y terminó por validar los comicios. La presidenta Salomé Zurabishvili, presentó una acción de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional; días después, la policía ingresó al campus de la Universidad Estatal y reprimió a los estudiantes.
Hasta este punto los resultados cuestionados no solamente movilizaron a la ciudadanía, sino que los llamados y pancartas con “no solo nos robaron las elecciones, sino también los sueños” eran constantes Es pertinente señalar que Georgia así como otros país han intentado liberarse del yugo ruso y acercarse a la Unión Europea, este ha visto accidentada por que Rusia lo considera una amenaza a su espacio vital.
Asimismo, esto generó una ola de alerta para Europa del este, quien luego presenció la anulación de la primera vuelta presidencial de Rumanía por injerencia rusa. El parlamento georgiano inauguró la sesión parlamentaria sin la presencia de la presidenta y sin que esta la hubiera convocado. En los modelos semi presidencialistas esto puede constitur una violación a la Carta Magna, puesto que las funciones están distribuídas en un poder ejecutivo bicéfalo, otro no puede transgredir los límites.
La tensión creció cuando el parlamento reconoció a Irakli Kobajidze como nuevo primer ministro. Como Georgia se encontraba en proceso de incorporación a la Unión Europea, ordenó nuevas elecciones. El jefe de gobierno horas después declaró que el proceso se suspenderá hasta 2028 porque luego fortalecería la economía. La medida fue elogiada por el presidente ruso quien declaró su “admiración y coraje”.
Esta república fue de las últimas en democratizarse, por lo tanto, se han implementado una serie de reformas a su sistema político. En 2017 se aprobó que la presidencia ya no sería electa por voto popular, sino por un colegio electoral integrado por 300 personas. Sueño Georgiano ante la crisis fijó como fecha el 14 de diciembre de 2024 para elegir a un nuevo presidente, sin embargo, la presidenta en turno declaró que no renunciaría porque debía cumplir con su mandato.
Sin embargo, los comicios fueron celebrados y el candidato de Sueño Georgiano, Mijeil Kavelashvili, ganó la elección presidencial con 224 votos, convirtiéndose en el presidente electo de Georgia. Es la primera elección, en la que hubo un candidato único. Esto calentó los ánimos y generó nuevas protestas, huelgas y enfrentamientos. Kavelashvili tomó protesta en una ceremonia cerrada, mientras los manifestantes rodearon el parlamento.
El presidente firmó sus primeros decretos y dejó ver su talante autoritario, dotó de mayores facultades a la policía para detener manifestantes. La presidenta Salomé Zurabichvili abandonó el palacio presidencial y se unió a la gente, donde declaró: “soy la única presidenta legítima de Georgia. Nada ha cambiado, esté yo o no en la residencia. Esta residencia presidencial fue un símbolo mientras estuvo en ella un presidente legítimo”.
El 2024 tuvo una clausura abrupta derivado de la crisis presidencial, las protestas y un país silenciado en un grito. El nuevo año fue recibido con marchas, ataques y violencia; sindicados, estudiantes, profesionistas, oposición y ciudadanía en general. El primer semestre del año estuvo marcado por enfrentamientos, a esto se sumaron las sanciones contra diversos funcionarios del gobierno georgiano y el desconocimiento tanto de los comicios presidenciales y parlamentarios por parte de la Unión Europea.
La cuarta ola de protestas se inauguró el 4 de octubre, fecha en que se celebraron las elecciones municipales, en las que el oficialismo ganó el 70% de las alcaldías. Empero, durante la convocatoria a la Primera Asamblea Nacional de Georgia declaró que:
- “La Asamblea Nacional declara que todo el poder pertenece al pueblo georgiano.
- Tras las elecciones fraudulentas del 26 de octubre, el gobierno ha perdido constitucionalmente su legitimidad y, por lo tanto, su autoridad ha terminado.
- La Asamblea Nacional declara un período de transición que garantizará la asunción pacífica del poder, la liberación de las instituciones democráticas, el restablecimiento inmediato del diálogo para la adhesión a la UE y la protección de la seguridad del país.
Georgia ha protestado durante casi un año, su lucha no debe ser invisibilizada, ni olvidada. Sus habitantes aspiran a vivir en un país democrático, europeísta y libre; la república del Cáucaso nos ha recordado que la democracia no es una concesión. Ha costado vidas, presos políticos y años para que su semilla florezca.
Como toda nación en transición a la democracia y bajo actores políticos antidemocráticos que son manejados como fichas. Los georgianos están haciendo historia, porque no solo les han robado las elecciones, sino también su miedo y sus sueños. Como todo movimiento democrático deberá abrirse camino a pesar de los embates y bloqueos que sufre. Durante las protestas se leían pancartas “no nos olviden” el hashtag #GeorgiaInMyMind (Georgia en mi mente) son muestra de la resistencia.
Este texto es una forma de exponer la situación que atraviesa ese pequeño país, pero también es una forma de decir no los olvidamos.
De
Para DeReporteros

