Columnas

De autocracias y teocracias

sebastian-godinez-vineta

Sebastián Godínez Rivera

Mucho se ha especulado sobre la guerra entre Irán e Israel,la cual duró 12 días. Es pertinente conocer quiénes son los dos líderes que encabezaron la conflagración. El Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu y el líder supremo de Irán, el Ayatola Jamanei son los protagonistas. Sin embargo, cabe destacar que los ejecutivos de ambas naciones no son los más democráticos del mundo, al contrario, esta guerra está marcada porque uno encabeza una autocracia electoral, mientras que el otro es un teócrata absoluto.

Cuando se habla de autocracias electorales, este término se refiere a los regímenes que combinan tintes autoritarios y democráticos, sin embargo, los primeros prevalecen sobre los segundos. Netanyahu es el líder de Israel y en el ejercicio del poder se ha ganado diversas críticas, puesto que ha intentado someter a todos los poderes a su voluntad. De hecho, la guerra ha permitido que la comunidad internacional desvie sus ojos de la política interior.

El Primer Ministro ha marcado la historia desde finales del siglo XX, puesto que ocupó ese cargo de 1996-1999. Su gobierno estuvo marcado por las negociaciones con el líder palestino, Yasser Arafat y dio concesiones en el territorio del Hebrón. En el ámbito económico impulsó la desregulación económica y la venta de diversas empresas paraestatales. Netanyahu fue derrotado por la oposición y tuvo que dejar el gobierno.

En 2005 compitió por el liderazgos de su partido (Likud) al considerar que el instituto político se estaba corriendo a la izquierda. Hizo campaña con un discurso belicista y exacerbó el nacionalismo israelí. Para las elecciones de 2009, logró ser electo nuevamente y no ha dejado el poder hasta hoy en día, lleva un poco más de 15 años en el poder. La clave de su poder está en que desde 2009 se ha ido aliando con partidos de centro y extrema derecha.

Desde 2022 el Primer Ministro ha impulsado el debilitamiento de los controles democráticos como su reforma para que el Tribunal Supremo pierda la facultad de invalidar reformas y proteger los derechos humanos; a esto se sumó su propuesta para que el parlamento pueda invalidar sentencias del Poder Judicial.

Netanyahu ha tratado de convencer a la ciudadanía a través de un discurso victimista, es decir, acusa que la investigación que tiene abierta por corrupción es producto de la izquierda. Israel ha ido transitando hacia un modelo autocrático que busca poner en el centro del sistema político la figura de Netanyahu. Asimismo, se ha enfrentado con protestas en las cuales se acusaba al gobierno de someter las instituciones y demoler la democracia.

La guerra fue un respiro para el jefe de gobierno que logró sacudirse la presión interna y canalizó el nacionalismo contra su eterno adversario Irán. La historia ha demostrado que las conflagraciones sirven como una llave que despresuriza la situación interna; en efecto, esto ha permitido que Netanyahu se pueda mantener en el poder y con el apoyo de diversos partidos que consideran que el cambio de gobierno en este momento terminaría por debilitar a la nación.

Por otro lado está Irán que es encabezado por el ayatola Jamenei y dentro del estudio de los regímenes políticos, este país es catalogado como una teocracia, es decir, la voluntad no reside en las personas, sino en la ley de Dios. Irán es un país musulmán que cuenta con un presidente como jefe de gobierno y el jefe de estado es el ayatola. Cabe destacar que este cargo es vitalicio y esto genera que el líder religioso tenga una fuerte influencia en el sistema político.

Ahora bien, las teocracias tienden a ser regímenes autoritarios, puesto que el poder real reside en la religión y no tanto en la institucionalidad que existe. Países como Arabia Saudita, Afganistán y Pakistán son ejemplos de estas; según Paul Cliteur existen cinco formas para catalogar la relación entre Estado-religión y una característica de las teocracias es que la religión dominante es la que ocupa el poder en el gobierno. Por lo general, se establece como la única religión tolerada y todas las demás son suprimidas. Se aplican las leyes que conciernen a esa religión.

Irán transitó de una monarquía a una república islámica en 1979 cuando el ayatola Jomeini derrocó al Sha de Persia. Entonces el país sufrió una modificación radical en su sistema político, puesto que se estableció un órgano de gobierno, el Consejo de Guardianes que está integrado por clérigos y juristas musulmanes designados por el Líder Supremo y el Congreso. La constitución iraní establece que el jefe del Estado corresponde al Líder Supremo de Irán, elegido por la Asamblea de los Expertos, la cual está compuesta por religiosos que son elegidos por voto popular.

A pesar de que hay un presidente que es electo por voto cada cuatro años, existe un Consejo de Guardianes, que puede vetar cualquier decisión, y reservan cuestiones clave de política de defensa y exterior y la política nuclear al Líder Supremo. Desde 1979 hasta 2025 han habido solamente dos líderes supremos, Jomeini (1979-1989) y le sucedió Jamenei quien actualmente ocupa el poder.

Jamenei es considerado discípulo de Jomeini y desde que asumió el poder implementó una serie de cambios en el sistema que pretenden evitar que cualquier facción religiosa tenga demasiado poder. Estudiosos de Irán como el politólogo Vali Nasr señala que este personaje conservó muchos de los poderes de la Presidencia, convirtiéndose en un “supervisor todopoderoso de la escena político iraní”. Su gobierno se ha caracterizado por la desregulación económica, impulsa el progreso científico e impulsa la intolerancia contra los bahaí, un grupo no musulmán que no sigue las enseñanzas de chiitas.

El poder del ayatola también toca al terreno electoral, puesto que este designa a la mitad del Consejo de Guardianes los cuales pueden invalidar candidaturas. Estas decisiones han generado crisis poselectorales y han frenado algunas políticas reformistas en temas como derechos de las mujeres, democracia y libre expresión. Jamenei ha declarado que las protestas son alentadas por occidente y pretenden debilitar al sistema político.

En conclusión, ambos personajes distan mucho del ideal de la democracia, las libertades y la división de poderes que conocemos en occidente. La guerra encabezada por estos personajes no necesariamente está anclada a la lucha entre democracia y autoritarismo como ocurría en el siglo XX, sino que la crisis del liberalismo y el ascenso del autoritarismo ha reconfigurado el panorama internacional, lo cual ahora permite poner bajo el microscopio científico a los liderazgos que no necesariamente responden al pluralismo.

De

Para DeReporteros

Arriba