Por: ARMANDO RÍOS RUIZ
Como si se encontrara en medio del océano, sólo contados funcionarios morenistas se apresuraron a arrojar un barco de papel a la Presidente Sheinbaum, para rescatarla de la turbulenta tormenta en la que se metió sin saber nadar, cuando respondió a los señalamientos de Jeffrey Lichtman, abogado de Ovidio Guzmán López, El Chapito, sujeto a proceso en una corte de Chicago.
El que asumió la defensa, dijo que “Sheinbaum actúa como “publirrelacionista’ del cártel de Zambada”. Lo que hace ver que, en muchos lugares, no sólo en Estados Unidos, sino en otras partes del mundo, tienen a nuestro gobierno en un concepto bastante deplorable, ganado a pulso desde el sexenio anterior y depositado en este como herencia universal.
Si hubiera un poco de conciencia, tanto en nuestra Mandataria como en sus corifeos, que han levantado la voz con un tenue sonido y además en el desierto, como para decirle: “estamos incondicionalmente con usted”, deberían haber advertido desde antes, que no era el camino indicado y si es cierto que hay falsedad en las palabras de Lichtman, como dicen, pues demostrarlo.
El asunto es que, para muchos mexicanos, la acusación coincidió con sus propias elucubraciones, alimentadas por todo un sexenio de cinismo, en el que el ex mandatario jamás reparó en que actuar sin la mínima cautela y a la vista de todos, acabaría por convencer a la ciudadanía de que su liga con los malos era demasiado fuerte. Y en todo caso, la falta de respeto a la investidura presidencial la impuso el señor que, para acabarla, está desaparecido.
Lo aconsejable es tomar una decisión seria y desembarazarse de esa conexión tóxica. Sería lo más conveniente. Pero seguramente descabellado por agradecimiento, para quien hoy tiene en sus manos las riendas del país. Aunque para muchos, su relación tendrá que terminar, forzada por el implacable gobierno de Donald Trump. Si no es que es ella quien acaba por abandonar, debido a sus claras muestras de incompetencia. Como muchos advierten.
El gobernador de Sonora, Alfonso Durazo es uno de los escasos defensores. Otros morenistas con diferentes cargos en el actual gobierno, se han abstenido de hablar en el mismo sentido, por el temor de desviar la atención hacia ellos, en este momento en que El Chapito ya debe haber proporcionado una lista larguísima de políticos implicados con el crimen organizado.
Durazo no se midió. En un alarde de valentía que ni siquiera venía al caso, dijo como para convencer de que “se la jugaba”: “no me toca, pero no le saco. Las recientes declaraciones del abogado de un narcotraficante, fíjense ustedes, el abogado de un narcotraficante al que Estados Unidos ha pasado de considerar terrorista a establecer ahora un acuerdo de colaboración con sus fiscales” (¿?).
Continuó: “Las declaraciones de este abogado son irrespetuosas, inaceptables, mentirosas y propias de alguien que como este abogado tiene relaciones con delincuentes confesos por motivos mercantiles, derivado del dinero que de él recibe por sus servicios como defensor”. Se le olvidó que su benefactor y testador de la herencia de la actual Presidente, se reunía con ese delincuente y para ello tenía que desplazarse personalmente hasta la misma sierra de Sinaloa.
Otros que también ofrecieron su respaldo fueron Víctor Manuel Castro Cosío, gobernador de Baja California y Ernestina Godoy, consejera jurídica de la Presidencia. El primero manifestó que las calumnias vienen de gente indeseable y la segunda sostuvo que los dichos contra la Presidente son falsos e inverosímiles.
¿Y los demás? ¿Los que le gritaron al gobernador Rocha Moya en un gesto de solidaridad sin precedentes: no estás solo? ¿Por qué no han mostrado su respaldo? ¿Los Adán Augusto? ¿Los Monreal? ¿Los Noroña y tantos más? ¿O debemos interpretar entonces, que el miedo no anda en burro y que prefieren pasar desapercibidos por ahora, como muchos han notado?
Bueno. También se trata de los mismos que le mostraron un desprecio evidente en el Zócalo, porque estaban con Andy, el príncipe heredero.
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