Sebastián Godínez Rivera
2018-2022 cuando no contaba con la mayoría en la Casa de los Representantes, por lo tanto, su poder estaba limitado.
Ahora, el magnate tiene la mayoría en todo el Poder Legislativo, cuenta con seis jueces de la Corte Suprema y gobierna en 27 entidades de la unión. Asimismo, los perfiles que ha nombrado en su gabinete pertenecen a una línea dura de su movimiento, pero también representa a los sectores económicos como televisoras, petroleras, entretenimiento y tecnología.
Trump es una versión remasterizada, que con justa razón ha puesto a temblar a sus socios comerciales, adversarios políticos y varias naciones del mundo que pretenden tener un acercamiento con el nuevo mandatario para conocer su postura frente a diversos temas que pueden fortalecer o debilitar a otras naciones. El ejecutivo ha prometido que desde el primer día firmaría decretos para combatir a los cárteles del narcotráfico, hacer frente a la inmigración y proteger la industria nacional.
El republicano será uno de los presidentes más fuertes del siglo XXI y seguramente su estilo personal de ejercer el poder se basará en la agresividad. No es una novedad que la doctrina iliberal de Trump está sustentada en la admiración que tiene por otros personajes como Vladimir Putin, Viktor Orbán o Xi Jing Ping quienes se han erigido como líderes autoritarios, pero que mantienen el control absoluto de sus naciones.
A esto se suma el respaldo popular con el cual cuenta Trump en la base social, su partido y algunos sectores desencantados con el establishment. Quienes le han dado su voto lo hicieron porque creen en su discurso y consideran que es necesario que Estados Unidos vuelva a ser grande, tenga el control del mundo y sobre todo, se preocupe por sus habitantes quienes han sido lastimados por la globalización y las élites.
Los seguidores del trumpismo o militantes de MAGA como se ha nombrado al movimiento del empresario, creen ciegamente en él al punto que respaldan las posturas agresivas contra la oposición y otras naciones del mundo. Desde el norte hasta el sur, los países presenciarán la apuesta doble del mandatario que derrotó todos los pronósticos y encuestas que lo pintaban como el virtual perdedor de los comicios.
Las declaraciones que ha hecho el republicano han generado dudas frente a otros líderes mundiales; su intento para recuperar el Canal de Panamá que fue cedido a dicha nación producto de los tratados Torrijos-Carter. La tensa relación con México y Canadá a quienes ha sugerido que deberían convertirse en los estados 51 y 52 de la Unión Americana porque Washington destina varias subvenciones a ellos; las amenazas de imponer aranceles a la Unión Europea, etc.
La incertidumbre se ha gestado en Estados Unidos desde que ganó las elecciones del 2024, porque muchos analistas no logran analizar el grosso de políticas que implementará y la forma en la que ejercerá el poder. Para consuelo de algunos, el diseño del sistema electoral y de partidos, el cual es bipartidista, es decir, una fuerza gana todo y la otra pierde permite que haya cierto balance en el tablero. No obstante, un factor que no se ha ponderado es la debilidad de la oposición (los demócratas) quienes sufrieron el desgaste físico, mental y político de Joe Biden y postularon a una vicepresidenta que en 4 años fue invisible.
Además, los demócratas se han envuelto en un discurso woke, es decir, que abandera un progresismo en todos los ámbitos e ignora las causas iniciales que formaron su partido y que persisten en los Estados Unidos. Esto fue reconocido por el senador Bernie Sanders quien declaró “los demócratas se olvidaron de la clase trabajadora y sus causas”. El resultado electoral no es una sorpresa, sino que es producto de varias decisiones que mermaron su capacidad electoral.
Mientras tanto habrá que esperar al desarrollo del mandato de Trump, algunas acciones ya las ha anunciado, sin embargo, deberá darse un seguimiento de su implementación. Lo único seguro es que su primer mandato distará mucho del segundo; la prospectiva es un ejercicio que puede fortalecer el análisis político, pero no tiende a ser una herramienta funcional para determinar lo que un ejecutivo puede hacer o no.
Finalmente, los ganadores en este escenario no son los republicanos, las organizaciones que apoyan, ni el mismo Trump, sino el movimiento MAGA. Sus integrantes han demostrado que son el motor de la política y los votos, pero su fuerza va más allá porque se han convertido en un elemento de poder que ha materializado sus acciones como la toma del Capitolio, su presencia en masivos eventos y su capacidad para movilizar y mermar a la oposición política, ciudadana y que cuestiona el accionar de Trump.
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