Ecología

Para restaurar el río Tula se unen UAM y comunidad

* Investigadores de la Unidad Azcapotzalco colaboran en la campaña Renace el Río Tula

La crisis ambiental en el río Tula, provocada por descargas de aguas residuales provenientes de la Ciudad de México, llevó a investigadores de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) a trabajar en conjunto con la comunidad, actuando como un puente entre la sociedad y el gobierno para abordar este problema.

Óscar Olvera Neria, profesor del Departamento de Ciencias Básicas, señaló que entre las iniciativas destacan la campaña Renace el Río Tula, un esfuerzo de reforestación de mil 200 ahuehuetes en seis años.

Dijo que el ahuehuete es un símbolo de resistencia, ya que representa la lucha de la población por recuperar su entorno, pues a pesar de las grandes dificultades que tiene para crecer, la esperanza y los cuidados permitirán que este emblemático y natural árbol, reverdezca en la región.

Además, se ha implementado un monitoreo ambiental en Tepeji del Río de Ocampo para medir y caracterizar las partículas PM2.5 del aire, gracias al esfuerzo e interés de los docentes de la Casa abierta al tiempo, cuyos estudios propiciaron la firma de un convenio entre la UAM y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) en Hidalgo para analizar las partículas contaminantes en municipios prioritarios para el estado.

El río Tula es considerado uno de los más contaminados en el país y en el año 2006 la Organización de Naciones Unidas (ONU) declaró a Tula de Allende, Hidalgo, la ciudad más contaminada del orbe, por la gran cantidad de aguas negras que recibe del Valle de México y de otras fuentes contaminantes.

La visible contaminación

Desde la década de 1970, el municipio de Tula de Allende en Hidalgo, ha recibido aguas negras y contaminadas que desembocan en la presa Endhó, ubicada entre los municipios de Tula y Tepetitlán, provocando un olor fétido; además, la proliferación del lirio acuático, una planta que se alimenta del nitrógeno y fósforo presentes en los desechos orgánicos, representa una plaga que cubre 60 por ciento de la presa, lo que ha favorecido la propagación del mosquito Culex, que se ha convertido en un problema socioeconómico en la zona.

El doctor Olvera Neria recordó que la Ciudad de México es una cuenca endorreica sin salida natural al mar, lo que ha llevado a la construcción de grandes obras hidráulicas a fin de evitar inundaciones, pero que han hecho de Tula una zona que recibe de forma continua miles de litros de aguas residuales provenientes de la capital del país y su área metropolitana.

Durante más de 20 años los pobladores de la región toleraron esa situación, pero la crisis se agudizó con la construcción del Túnel Emisor Oriente, que a lo largo de sus 62 kilómetros de longitud y 7 metros de diámetro transporta hasta 150 mil litros de aguas negras por segundo, que conducen a este municipio de Hidalgo.

En 2017 iniciaron los trabajos para rectificar el cauce del río, ensanchando algunos tramos y revestimiento con cemento para aumentar su caudal natural; sin embargo, en septiembre de 2021, las lluvias y la descarga del Emisor Oriente provocaron una inundación sin precedentes en Tula, cubriendo la ciudad con más de un metro de aguas negras.

El fallido saneamiento del agua y la crisis de salud

Para enfrentar la crisis se construyó en Atotonilco de Tula la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) más grande de Latinoamérica, con una inversión estimada de 10 mil 260 millones de pesos. No obstante, su capacidad es insuficiente y el tratamiento de aguas ha sido ineficaz, debido a la complejidad de la mezcla de residuos urbanos e industriales.

Los lodos extraídos de esta planta se han acumulado en un área de 86 hectáreas, formando un monorelleno, que ha favorecido la proliferación de la mosca negra, un insecto cuya mordida puede provocar reacciones alérgicas.

La contaminación del agua, aire y suelo ha provocado un desequilibrio ambiental, con potenciales repercusiones en la salud pública en la región; por ejemplo, la producción de cemento en la región ha generado una alta concentración de partículas PM2.5, incrementando las enfermedades respiratorias. 

Deigual forma, se presentan episodios de picos de dióxido de azufre en la cuenca atmosférica de Tula, provocando lluvia ácida.

Otro problema ecológico es la expansión del heno motita, una plaga que incluso se desarrolla en los cables de luz, que absorbe metales pesados y dióxido de azufre, impidiendo la fotosíntesis de árboles nativos como el mezquite, huizache y encino, que se han visto muy afectados.

Hacia una solución integral

En 2024, Presidencia de la República declaró el área de influencia de la presa Endhó como zona de restauración ecológica, reconociendo oficialmente los problemas ambientales en ocho municipios del estado de Hidalgo; este decreto busca restaurar el equilibrio ecológico en agua, aire, suelo y biota.

Como parte del Plan Nacional Hídrico y en el marco del Programa de la zona de restauración ecológica, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, presentó la iniciativa de saneamiento del río Tula, enfocándose en la construcción de colectores marginales en tres municipios (Tula de Allende, Atotonilco de Tula y Atitalaquia) para evitar que la descarga de aguas grises municipales se mezclen con las aguas negras, permitiendo así su tratamiento y reutilización.

No obstante, los expertos insisten en que la solución real debe comenzar en el Estado de México y la Ciudad de México, con la instalación de plantas de tratamiento en origen y, en este sentido, el doctor Olvera Neria apuntó que la clave está en descentralizar el tratamiento de aguas. “Cada industria debe hacerse responsable de limpiar sus residuos antes de verterlos al drenaje”.

Por ello, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) debe fortalecer su vigilancia para garantizar el cumplimiento de estas normas.

“El modelo de grandes obras hidráulicas no ha resuelto el problema, la construcción del Túnel Emisor Oriente y la PTAR de Atotonilco costaron más de 53 mil millones de pesos, pero han sido soluciones paliativas”, señaló el experto.

La crisis ambiental en Tula es el resultado de décadas de falta de planeación; sin embargo, la organización social y el trabajo docente de la UAM han abierto una nueva esperanza para la restauración del río y la mejora de la calidad de vida en la región.

El doctor Olvera Neira aseveró que «si algo hemos aprendido es que podemos ser un puente entre la sociedad y las autoridades. Los investigadores debemos dejar los cubículos e ir al territorio a incidir directamente en mejoras».

Foto: Cortesía UAM

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