Por Jesús Sánchez Ramírez
Si a usted le gusta que le den atole con el dedo (sin albur), que se la metan y hasta doblada (Paco Ignacio Taibo, dixit), y que le sigan viendo la cara de pejendejo, entonces mi amigo déjeme decirle que está en el lugar correcto, donde todas las fantasías se vuelven realidad, donde las aves por más que crucen el pantano jamás saldrán manchadas, sino más bien blancas e inmaculadas. Es más hasta exoneradas.
Porque esa farsa es la que la cándida Irma Eréndira Sandoval, titular de la Función Pública nos acaba de propinar por órdenes de su abuelo desalmado, Andrés Manuel López Obrador. Lo dicho, qué increíble y triste historia nos acaba de recetar la 4t.
Ahora resulta que cohabitar dos personas por más de veinte años no los hace concubinos sino más bien, como diría Blue Eyes, extraños en la noche. No pinchesmames, esa mascarada ni Virgilio Andrade -con todo y su investigación de la Casa Blanca de la Gaviota y exoneración de Peña Nieto-, se la cree.
Si usted creía que con el voto del hartazgo, que no razonado, las cosas iban a cambiar, entonces mi querido amigo, déjeme decirle que está en el camino correcto, el de la polarización, de la división, el encono y la mentira, el del cuatrote, que no la 4t. Sí, es el mismo infierno, sólo que con diablos exonerados.
Y es que cuando todos creíamos que con la investigación contra Manuel Bartlett Díaz las cosas iban a cambiar, resultó todo lo contrario y casi le damos un «asté disculpe», al artífice de la caída del sistema. Sí al mismísimo exsecretario de Gobernación que encumbró en el poder al innombrable, al jefe de la mafia en el poder, al padre del neoliberalismo en México, sí, a Carlos Salinas de Gortari. Chin, ya dije su nombre, ahora me voy a guardar de no repetirlo tres veces.
Cuánta razón tuvo el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano cuando en una entrevista con el periódico El País de España afirmó contundente que ni el abuelo desalmado ni su nefasto partido (Morena) representan a la izquierda mexicana. Y miren nada más quién lo dijo, la primera víctima del neoliberalismo. Ni más ni menos.
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