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El debate en EdoMéx, va porque va

Por: ARMANDO RÍOS RUIZ

Delfina Gómez, la flamante candidata de Morena a dirigir el destino del Estado de México, uno de los más importantes del país en varios sentidos, por tener el mayor número de votantes y por ser el más industrializado, no quisiera debatir con su adversaria, Alejandra del Moral. Esto obliga a pensar que se sabe en desventaja. Que no tiene los tamaños para sostener un alegato ni con un policía de crucero. Con una gran disculpa para éstos.

Si no es ella quien lo reconoce, porque su condición humana la haga pensar que lo merece todo. Que Dios está detrás de ella, pero el Dios Verdadero, no el de Macuspana. Que está bendita y su destino trazado de antemano, que comprende hasta su arribo al gobierno mexiquense, los miembros de su equipo parece que piensan otra cosa porque ven los toros desde la barrera y desde ahí se pueden precisar las deficiencias entre las personas. En este caso, de la candidata del Presidente.

Lo anterior también induce a la reflexión acerca de los políticos mexicanos. No he conocido a uno que no piense que puede dirigir cualquier cargo con los más altos resultados, aunque en la práctica resulten un verdadero desastre. No hay uno que no piense que está investido de todas las facultades para desempeñarse en donde sea. No hay uno que sea capaz de declinar a la posesión de un puesto tras reconocer que no sería capaz de desenvolverse en él por su desconocimiento o por ineficiencia.

En el caso de la profesora Delfina Gómez, apuesto doble contra sencillo que quisiera que quien le ha confeccionado su carrera política le hubiera dicho: “mañana tomas posesión como gobernadora. Ya que estés allí te iré diciendo qué es lo que tienes que hacer. Mientras no hagas nada. No la vayas a regar y tener que aguantar a la prensa conservadora”.

La señora debe haber expuesto a su equipo que haga lo indecible por detener los debates. La prensa debe haberla convencido, con sus señalamientos, que no es capaz de hilar una frase corta sin decir disparates.

Hablar bien no es cosa fácil. No es posible tomar un curso intensivo y aprender a articular las palabras correctas. Hay quienes no aprenden en toda una vida y Delfina no es una jovencita. A estas alturas, cuando tiene tan arraigados sus defectos de dicción y cuando sus dotes intelectuales no existen, sólo incrustándole un microchip en el cerebro, de esos que dicen que ya hay y que contienen millones de datos, podría salir del paso.

Aún así, esos artefactos de la modernidad más cercana sólo ayudan a traer respuestas certeras, pero no a tomar decisiones. Estas corresponden a la propia inteligencia y a las experiencias vividas. Todo esto no existe en la humanidad de Delfina. En su lugar, una persona consciente y verdaderamente honesta, renunciaría a la intención por el hecho de servir realmente a su país. Desgraciadamente no es el caso.

Las declaraciones de Eric Sevilla, dirigente del tricolor en el estado de México, son ciertas. Dijo que lo que más miedo le da a Gómez Álvarez, es el hecho de que Horacio Duarte, su coordinador de campaña, no podrá responder los señalamientos y cuestionamientos que surjan durante el ejercicio. Lástima que no es posible detener el enfrentamiento.

“Delfina está cooptada por quienes coordinan su campaña; padece violencia política de género a manos de su propio equipo, está sometida y en silencio, no le dejan decir nada; espero que pronto le den oportunidad de participar en eventos, dar entrevistas y asistir a los debates, la gente del Estado de México merece conocer sus ideas y poderlas contrastar”, abundó.

Pero sus ayudantes tienen razón. También tienen miedo de que como siempre, se convierta en el payaso del circo al emitir esa retahíla de palabras que en un funcionario publico investido con un cargo importante, suenan inclusive como insultos. Y todo por no haber ido a escuela a aprender a ser maestra. ¿La imaginan como tal? ¡Pobres alumnos!

El triunfo de esta mujer depende en todo de la enorme derrama de dinero en publicidad. Cuenta con mucho numerario para penetrar en la mente de los votantes a fuerza de exhibir su imagen retocada y embellecida por la tecnología que ahora se emplea en remodelar fotografías.

Un debate que la gente vea en la televisión es un gigantesco enemigo, por la presencia de ella misma. Por sus desplantes grotescos, aunque pretenda disfrazarlos con sonrisas fingidas.

Los pretextos hasta hoy exhibidos no servirán para evitar lo inevitable: contender en tiempo y forma en los debates previstos y exhibir lo que hoy intenta detener a como dé lugar.

De

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