Columnas

Los más bellos y tristes recuerdos de Acapulco

Por: RICARDO BURGOS OROZCO

Recuerdo que la primera vez que vi el mar fue en Acapulco a los 21 años. Era reportero de Deportes para la Agencia Noticiosa Notimex y me mandaron a cubrir una competencia que se llamaba Vuelta Ciclista del Pacífico, que tocaba poblaciones de los estados de Guerrero y Michoacán. El atractivo principal es que terminaba en un circuito en ese puerto.

Desde que conocí Acapulco me atrajo por su gente, el ambiente y la vida nocturna que nunca descansaba. Ahí también fue la primera vez que fui a una discoteca — El Baby ‘O — de la que mi amigo Mario Zamora y yo salimos a las siete de la mañana, algo que me parecía un escándalo a mi edad.

Desde aquella primera ocasión he estado en el puerto unas 30 veces en diferentes circunstancias, la mayoría de trabajo. Me tocó atender durante mes y medio labores de prensa con el Huracán Paulina en 1997 cuando laboraba para el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Aquella ocasión hubo más de 300 muertos y miles de damnificados y afectó otros municipios cercanos a Acapulco y de Oaxaca.

Fue muy doloroso saber que el miércoles 25 de octubre en la madrugada el Huracán Otis llegó con la fuerza de su categoría 5 y arrasó con todo a su paso: hoteles, centros comerciales, viviendas, vehículos. Para la mayoría de la población fue sorpresivo, no hubo advertencia en esta ocasión de las autoridades del puerto, del estado —dicen que la gobernadora estaba en un evento en la Ciudad de México muy quitada de la pena – y tampoco del gobierno federal.

No hubo así posibilidades de evacuación. El golpe de Otis le pegó de lleno a la población. Por una información que se hizo pública las siguientes horas, existe la seguridad que se pudo prever el fenómeno meteorológico. El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos y la Comisión Nacional del Agua advirtieron que esa tormenta tropical se podía convertir en huracán ¿Qué falló o quién falló? El tiempo lo dirá.

Mientras el huracán pegaba fuerte esa madrugada, el presidente Andrés Manuel López Obrador ofrecía horas más tarde su tradicional conferencia matutina sin hacer mención del evento, como si no existiera, hasta que horas después le informaron al tabasqueño y, acostumbrado a las ocurrencias, tomó un vehículo y se lanzó por la carretera federal hacia Acapulco. El camino estaba intransitable y pudo llegar hasta diez horas después.

Fue bochornoso y de pena ajena verlo dentro de su vehículo atascado y militares queriendo desatorar el trasporte, mientras eran testigos de palo los secretarios de la Defensa Nacional, Luis Crecencio Sandoval y de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez. Nunca en mi vida había visto algo similar de un presidente de la república.

Los titulares de la Defensa y de Marina debieron advertir a López Obrador acerca de la carretera con sus servicios de Inteligencia y también sugerirle que era más fácil llegar en alguno de los helicópteros militares de última generación.

Lo del presidente es anecdótico, aunque no deja de ser un reflejo de lo que es ahora el gobierno en manos de López Obrador, pero una realidad es que hubo muchos errores para prevenir por Otis, que pudieron haber aminorado la tragedia.

Ahora esperemos primero superar el dolor por las víctimas, aunque López Obrador diga que “tuvimos suerte” porque no fueron tantos muertos, y después la larga reconstrucción.

Los acapulqueños son fuertes; seguro esta tragedia también la van a superar.

De

Para DeReporteros

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