Columnas

La implosión boliviana

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Sebastián Godínez Rivera

Los comicios del 17 de agosto, marcan un hito para la historia de Bolivia, quien vivió dos décadas bajo la hegemonía del Movimiento Al Socialismo (MAS) y Evo Morales. Al no alcanzar más del 50% de los votos, las candidaturas con más sufragios se enfrentarán en la segunda vuelta del 19 de octubre. Del Partido Demócrata Cristiano, Rodrigo Paz y el abanderado y expresidente, Jorge”Tuto” Quiroga.

La efervescencia del momento ha hecho que muchos ojos se enfoquen en la derrota del evismo y el hegemón; sin embargo, es importante tener en cuenta cómo el partido que moldeó el sistema político a su conveniencia terminó siendo derrotado. No es un factor menor, que la oposición fortalecida haya jugado con las reglas del sistema político y esto le rinda frutos, luego de diversas derrotas electorales.

La implosión de la izquierda boliviana se dió tras las manifestaciones y protestas de 2019, luego de que Evo Morales se presentó a unas elecciones, a pesar de que en un referéndum se impuso el NO en el tema de la reelección indefinida. La persistencia de Morales a permanecer en el poder y construir una autocracia electoral, debilitó su liderazgo; tras el interinato de Jeanine Añez y el triunfo de Luis Arce, el liderazgo evista quedó herido.

El carisma no se traspasa a otra candidatura y cuando el caudillo o líder personalista deja el poder, entonces su sucesor afronta el problema de la carestía carismática. La historia ha demostrado que los líderes populistas que permanecen en el poder difícilmente logran que sus partidarios mantengan el poder. No obstante, la mayoría de estos personajes tienden a incrustarse en el poder, por ejemplo, Hugo Chávez, Adolf Hitler, Daniel Ortega o el mismo Evo Morales.

Bolivia luego de los comicios de 2020 en los cuales resultó electo, Luis Arce, un líder con legitimidad legal producto de las urnas, de acuerdo a Weber, tuvo que construir su imagen a la sombra del líder carismático. Cuando Arce rompió con Morales los problemas comenzaron por la disputa del partido, el sistema político, los jueces y los grupos de poder. En 2022 el Tribunal Supremo de Justicia determinó que la reelección indefinida no era un derecho humano y Morales ya no podía aspirar a otro mandato; por lo tanto, fue inhabilitado.

El caudillo Aymara fue víctima de las elecciones judiciales que impulsó cuando reestructuró al Estado; los jueces electos dejaron de responder a los deseos de Morales. El cambio de dirigencia del MAS significó la expulsión del caudillo; Morales comenzó a movilizarse y a presionar a Luis Arce, acusándolo de vender el movimiento e impedir el regreso del líder cocalero al poder. Sobre todo, porque ante los ojos de Evo, Arce solo “cuidaría la presidencia” hasta que él pudiera volver a la presidencia.

Como ha ocurrido con otros partidos hegemónicos del mundo, como el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México y la escisión de la corriente democrática en 1987 o Alianza País en el Ecuador y el surgimiento de Revolución Ciudadana. En los casos anteriores las élites partidarias se fragmentaron y dieron paso a otros partidos.

En el MAS ocurrió algo similar, puesto que para los comicios es candidato oficialista, Eduardo del Castillo solo fue apoyado por una fracción; Andrónico Rodróiguez recibió el apoyo del ala dura del MAS; mientras que el evismo hizo caso al llamado de su líder a votar nulo. Si bien, se buscó demostrar que había un malestar con los candidatos participantes, resultó siendo contraproducente, puesto que esto hizo que el oficialismo perdiera no solo la presidencia, sino también escaños en el Senado y la Cámara de Diputados.

El partido que gobernó dos décadas implosionó producto de sus disputas entre facciones y la incapacidad de renovarse frente a la oposición. Incluso Evo Morales lo escribió en un post de X “si estuviéramos en la boleta habríamos arrasado”, dejando claro que su imagen es la que sirve como marca para atraer al electorado. Sin embargo, la crisis económica, la falta de dólares y la escasez de combustible debilitaron al gobierno.

Como todo régimen personalista, la ausencia del líder moral terminó por erosionar la base del movimiento. Ahora bien, el ballotage entre Paz y Quiroga no es el final de la historia, al contrario es el comienzo de un cambio en Bolivia, pero que no será fácil, puesto que las élites del evismo y el MAS siguen en puestos de gobierno. El saneamiento del país implica una serie de reformas a las elecciones, el Poder Judicial, el congreso entre otros rubros.

La transitología, rama de la Ciencia Política que estudia las transiciones a la democracia, arroja varias preguntas que no serán respondidas en este momento, pero que definirán el devenir del país a partir del 19 de agosto. Los grupos del poder masistas de qué forma actuarán con quien resulte electo; ¿habrá negociaciones entre los diversos grupos? ; ¿será una transición votada o solo una alternancia en el poder?

Esta serie de preguntas son fundamentales para entender los cambios que vendrán en el país o si se mantendrá un status quo. De acuerdo a politólogos como Guillermo O´Donnell,  Lawrence Whitehead o Leonardo Morlino, la transición no es un proceso acabado en el momento que se celebran elecciones, al contrario, implica una serie de procedimientos que permitan identificar los cambios en el país o no.

Si bien, Bolivia no puede ser catalogada como un autoritarismo pleno, si se encuentra dentro de lo que se denomina zonas marrones o grises, las cuales se caracterizan por combinar elementos democráticos y autoritarios. No obstante, tras 20 años del MAS, lo cierto es que la nación andina carece de un andamiaje institucional que pudiera equilibrar el sistema político y con ello borrar el caudillismo.

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Para DeReporteros

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