Columnas

Rumanía y Moldavia derrotan la influencia rusa

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Sebastián Godínez Rivera

Las elecciones parlamentarias de Moldavia han dado mucho de qué hablar, no solo por los intentos de injerencia rusa, sino por la derrota que el europeísmo asestó a los partidos alineados con el Kremlin. El partido Acción y Solidaridad de la presidenta, Maia Sandu, logró 54 escaños en el parlamento, osea el 50% de los votos, mientras que el Bloque Electoral Patriótico obtuvo el 27.64%, seguido de Alternativa con 8.81% y Democracia en Casa con 5.8%.

Los resultados son un duro golpe a la influencia rusa, quien desde el siglo XX con el Imperio Ruso y luego con la Unión Soviética se han sentido dueños de Europa del este. Geopolíticamente, esa región se consideró el área de influencia de los rusos durante mucho tiempo, sin embargo, en el siglo XXI estas repúblicas han buscando su acercamiento con Europa para romper con el sometimiento.

Vladimir Putin ha presionado a esta región a través de la guerra ruso-ucraniana, los gasoductos y algunos gobiernos alineados con Rusia. Muestra de ello son Hungría bajo el primer ministro, Viktor Orbán; el premier eslovaco Robert Fico; y el presidente bielorruso, Alexasdr Lukashenko. No obstante, en otras naciones los rusos impulsan la desestabilización a través de partidos políticos como Sueño Georgiano en Georgia; Bloque Patriótico en Moldavia; o Alianza de Ciudadanos Descontentos en República Checa.

El anhelo de Rusia por la construcción de un nuevo imperio es parte del reacomodo multipolar en el mundo, sin embargo, 2025 no ha sido un buen año para Putin. Comparativamente Rumanía y Moldavia han sido los casos más emblemáticos en los que los rusos intervinieron, pero sus instituciones como el Poder Judicial y las autoridades electorales resistieron los embates.

Las presidenciales rumanas estuvieron planeadas para enero de 2025, sin embargo, los señalamientos por injerencia hicieron que estas fueran anuladas y se celebrarán en mayo. El ganador de la primera vuelta, Călin Georgescu, fue detenido por la policía. Fue acusado de seis delitos, entre ellos, incitación a la ruptura del orden constitucional, discurso de odio y apoyo a grupos fascistas.

La respuesta no se hizo esperar, el portavoz del Kremlin declaró que unas elecciones sin Georgescu no tendrían legitimidad. Derivado de su inhabilitación, George Simion anunció su intención de competir para hacer frente al alcalde de Budapest, Nicușor Dan, quien era identificado como el candidato europeísta. La campaña fue demasiado polarizada puesto que Simion propuso tender mayores lazos con Rusia, mientras que Dan impulsó el acercamiento con la Unión Europea.

Europa y Rusia tenían los ojos sobre este país; Dan ganó con el 53.60% de los votos frente a Simion que obtuvo 46.47%. La victoria del europeísta representó un duro golpe para el área de influencia rusa, pero no sería el último. A finales de 2024 y principios de 2025 el partido prorruso Sueño Georgiano, enfrentó protestas por las elecciones que fueron señaladas de fraudulentas.

Georgia se mantiene como muestra de la influencia rusa y ejemplo de que los enclaves autoritarios no solamente son leyes o instituciones, sino actores políticos que tienen intereses ajenos a su país. No obstante, Putin sufriría su segundo descalabro en septiembre de 2025 en Moldavia, el cual ha sido constante.

Desde 2020 el país ha sido encabezado por la presidenta europeísta, Maia Sandu; en 2024 logró la reelección; mientras que su partido se convirtió en la primera minoría en 2021 con el 45% de los votos. Rusia ha tenido que lidiar con el ascenso de los liberales y ha presenciado la derrota de sus candidatos del bloque patriótico. Los comicios del 28 de septiembre consagraron la cuarta derrota al Kremlin, empero, esto no se quedó en las urnas

Personajes alineados con Rusia como Igor Shor e Igor Dodon, expresidente y líder del Bloque Patriótico han convocado a no reconocer los resultados. Esto no solo demuestra los niveles de injerencia, sino la nula cultura democrática para reconocer lo que se ha expresado en las urnas. Además, los intentos para alinear a este país con la potencia vecina, no serán los primeros y tampoco los últimos.

De la experiencia rumana y moldava debemos entender que los liberales se han impuesto mediante los canales legales, osea las elecciones. Sin embargo, las tácticas de desestabilización mediante protestas u otros medios, difícilmente podrán ser resistidos por gobiernos que instan a respetar el estado de derecho. La muestra de ello está en Georgia que a pesar de las protestas, el gobierno proruso se ha sostenido en el poder.

Europa del este es una de las regiones del mundo que se democratizó a finales del siglo pasado y que ha sido resiliente a los intentos de autocratización en algunos casos. Países como Rumanía y Moldavia son muestra de que sus ciudadanos aspiran a una cooperación con occidente. Por otro lado, gobernantes como Orbán, Fico, Lukashenko o Kavelashvili se mantienen como piezas putinistas sobre el tablero geopolítico.

Asimismo, los recientes hechos han obligado a que los transitólogos hagamos nuevas interpretaciones de los procesos de democratización de esta región. Las viejas potencias aspiran a reconstruir sus zonas de influencia, periféricas y bloques de poder que en el pasado les permitieron erigirse como superpotencias. La democratización y el cambio institucional son elementos para entender las transiciones, sin embargo, el papel de las potencias como clivajes que detienen los cambios.

De

Para DeReporteros

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