Por: ALEJANDRA DEL RÍO
De la negociación presidencial al ajuste de cuentas morenista
En política —como en los negocios— la palabra empeñada suele ser la base de cualquier acuerdo. Durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el empresario Ricardo Salinas Pliego alcanzó un convenio con el entonces presidente para regularizar adeudos fiscales del 2008 al 2010 de su Grupo que, en medio de litigios complejos y acusaciones mediáticas, se habían convertido en arma de desgaste.
No se trataba de una condonación, sino de un acuerdo político y administrativo que buscaba cerrar un capítulo incómodo para ambas partes: el gobierno podía presumir de haber cobrado y el empresario de haber cumplido.
No con una suma cualquiera… con alrededor de 7,500 millones de pesos, que en conjunto con otros aproximadamente 2,500 millones que ya había pagado el “Tío Richie” (Como lo conocemos todos en X) era una suma gigantesca de dinero para que Hacienda presumiera y una palomita para una de tantas mañaneras.
El acuerdo se firmó, pero Grupo Salinas no pudo llevarlo a buen término, teniendo la intención de cumplir con la obligación adquirida, porque empezaron a surgir mil y un trabas por parte primero del Presidente signante, que empezó a usar el tema como distractor de la opinión pública y le dió la vuelta mediáticamente al convenio y después, de su sucesora la Presidenta Sheinbaum, que ha puesto en evidencia los pactos del viejo caudillo haciendo que hoy Hacienda reclame con la mano en la cintura un monto diez veces mayor al que se había pactado en tiempos de López Obrador, 75,000 millones de pesos.
Lo que para AMLO fue un acuerdo que convirtió en un arma mediática, para los nuevos operadores fiscales es un ejemplo a “corregir” en nombre de la justicia tributaria, manejada por cierto el día de hoy, por quien ya llevaba las cuentas de los grandes contribuyentes del país con López, Antonio Martínez Dagnino hoy Jefe del Sistema de Administración Tributaria, a quien seguramente el tema no le era ajeno.
Salinas Pliego no es un empresario cualquiera: representa un poder mediático, financiero y cultural que incomoda a cualquier gobierno que aspire a controlar la narrativa nacional. El incumplimiento del convenio no parece un simple tecnicismo legal, sino un movimiento deliberado para golpear a quien, desde la trinchera de sus medios y su personalidad provocadora, se ha convertido en crítico incómodo del régimen, yo les diría que “muy” incómodo, porque lejos de dejar pasar los temas mas dolorosos de nuestro México actual, opina, confronta y lo peor… la gente lo escucha y no somos pocos los que estamos allí, esperando su discurso, solo en X tiene hoy casi 2,200,000 seguidores en FB más de un millón y por supuesto, no olvidemos quién manda en TV Azteca. En pocas palabras su mensaje cala fuerte a una 4T cada vez más descompuesta.
La disputa no se centra únicamente en miles de millones de pesos; se centra en el principio de seguridad jurídica. Si un acuerdo firmado con la máxima figura del Ejecutivo carece de validez frente a los nuevos caprichos políticos, ¿qué garantías tienen el resto de los empresarios e inversionistas? El mensaje es claro: en la era de Morena, ningún pacto vale.
La persecución a Salinas Pliego puede ser vendida por la 4T como un acto de justicia fiscal, pero corre el riesgo de exhibirse como un ajuste de cuentas. No es menor que la Presidenta Sheinabum, en la mañanera conminara al nuevo Poder Judicial a que lo obligue a pagar la supuesta deuda, sin tomar en cuenta que es un caso que aún no se ha resuelto y que ventilarlo, viola a todas luces el debido proceso, nuevamente vemos un “Poder Presidencial” que piensa que es dueño de la justicia y de las instituciones, sin contrapesos y sin respetar las leyes mexicanas.
Mientras tanto, el país paga el precio de la incertidumbre. La inversión extranjera observa con recelo: si no se respeta lo pactado con el presidente de la República, ¿Quién garantiza el Estado de Derecho en México?, ¿Si a un magnate de los medios como Ricardo Salinas Pliego se atreven a extorsionarlo y atacadarlo de esta forma, qué puede esperar una empresa extranjera que quiere comenzar una inversión en nuestro país?
Morena parece olvidar que la fortaleza de un gobierno no se mide por cuánto intimida a sus críticos, sino por la confianza que genera en sus instituciones. En este juego de poder, lo que se exhibe no es la supuesta evasión de un empresario, sino la fragilidad de un sistema que confunde justicia con venganza.
Así como en la arena política se está pidiendo la cabeza de sus detractores y críticos, pidiendo se retire el fuero a los senadores Lilly Téllez o Alejandro Moreno, para poder cobrarles las críticas y posiblemente fincarles delitos posteriores, la persecución política está llegando a todos lados, a empresarios, activistas, periodistas, líderes de opinión, a todos los que hemos decidido levantar la voz contra un sistema insostenible, un estado fallido y un México ensangrentado.
Cuidado señora Presidenta, no vaya a ser que en el intento de desviar la atención de temas como los muertos de su sexenio y del sexenio de AMLO, la violencia generalizada o las narco acusaciones a su partido, esté usted generando un mayor problema para la 4T, invitando a que la gente vea en sus detestados detractores, como Ricardo, Lilly ó Alejandro un candidato(a) digno de evitar que exista un absurdo tercer piso de su transformación de cuarta.
El caso Salinas Pliego es, en última instancia, un espejo incómodo para México, muestra que el Estado de Derecho se somete a la voluntad política y que la palabra presidencial, antaño sinónimo de garantía absoluta, hoy no es más que un caldo absurdo de retórica y mentiras. Y cuando la ley se interpreta como arma, todos —empresarios, ciudadanos y hasta el propio gobierno— terminamos perdiendo.
De
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